Cotidiano. Así inició el jueves 19 de septiembre para los capitalinos que se dirigían a sus trabajos y escuelas. Nunca pensaron que después de las 7 horas con 19 minutos, la ciudad que conocieron cambiaría para siempre. Las transmisiones de radio y televisión se colapsaron, los muros se abrieron, las calles se partieron y en 90 segundos el paisaje urbano se transformó en un mar de escombros.
Un terremoto de 8.1 en la escala de Richter había cobrado la vida de al menos 10 mil personas y provocado daños incuantificables. Según el documental “Terremoto 1985”, de Demetrio Bilbatúa, aproximadamente 50 mil personas perdieron sus casas. Así, 1985 se volvió un recuerdo petrificado en la consciencia de los mexicanos, especialmente, en la memoria de los capitalinos.
“Ese día, alrededor de las 7:10 de la mañana, la gente despertó muy sobresaltada por un movimiento de tierra muy fuerte, nunca sentido por ellos, donde resulta que ocurrió un sismo en las costas de Michoacán con una magnitud de 8.1 aproximadamente que produjo todos los daños que ya ha dado testimonio la historia” dijo Luis Quintana Robles, investigador del Instituto de Sismología de la UNAM.
En instantes, los gritos de terror y ayuda se apoderaron de las calles alfombradas con los restos de edificios hechos añicos. El Conjunto Urbano Nonoalco, el Edificio de las Costureras -en San Antonio Abad-, el Multifamiliar Juárez o Televisa Chapultepec, fueron algunas de las construcciones que no resistieron el movimiento telúrico.
Sin embargo, el Distrito Federal y algunas de sus importantes colonias, como la Centro o la Roma, no fueron los únicos lugares afectados. “Es importante señalar que los daños no sólo ocurrieron exclusivamente en la Ciudad de México, digo, por la magnitud de la tragedia es lo que todos recordamos inmediatamente, pero, inclusive en el puerto de Lázaro Cárdenas o Ciudad Guzmán, hubo daños considerables”, comentó Raúl Valenzuela Wong, investigador Instituto de Sismología de la UNAM.
Gobierno inepto, sociedad fuerte
Miguel de la Madrid, jefe del poder ejecutivo en México de 1982 a 1988, pasará a la historia, entre otras cosas, como un presidente incapaz de resolver la crisis. Su administración, y la del entonces regente de la ciudad, Ramón Aguirre Velazquez, mostraron incapacidad ante el desastre. La falta de una dependencia encargada de la prevención y protección de civiles, fueron parte de su condena.
Las ataduras gubernamentales no fueron impedimento para que miles de ciudadanos, pese a las recomendaciones de que se quedaran en casas. Guiados en su mayoría por el sentido común, emprendieron las labores de búsqueda y rescate de quienes quedaron atrapados. Brigadas de rescate como “Los topos de Tlatelolco”, es sólo uno de los muchos ejemplos que nacieron para ayudar a las víctimas y damnificados.
Los días seguían su curso y a pesar del apremio del tiempo, la esperanza no se diluyó nunca. Esa fuerza de los citadinos, los voluntarios nacionales y extranjeros, dio como resultado el rescate de personas de todas la edades, incluso bebés. Varios viven para contarlo. Otros sólo escaparon del holocausto como pudieron. “Yo tenía cuatro años. Mi papá me llevaba a la escuela cuando empezó el sismo. En ese momento mi padre trató de tirar la puerta de la casa, pero el temblor fue tan intenso que primero se cayó la pared” recuerda Emmanuel Gutiérrez, quien después de tres décadas mantiene intacto el recuerdo.
¿La ciudad está lista para otro temblor?
A 33 años del acontecimiento, las cicatrices permanecen. Incluso aumentaron, luego que el año pasado otro movimiento telúrico cimbrara a la capital del país y a los estados de Oaxaca, Guerrero, Morelos, Puebla, Estado de México, Tlaxcala y la capital del país.
Sin embargo, en este tiempo, la ciudad aprendió muchas lecciones de la mano de instituciones como el Politécnico y la UNAM. Actualmente se han elaborado mapas de riesgo para evitar que sismos similares ocasionen fuertes daños.
Especialistas en la materia del Instituto de Sismología aseguran que los códigos de construcción actuales están pensados para que las nuevas construcciones resistan sismos de hasta 8.5 grados en la escala de Richter.
Organización y participación, lecciones de los terremotos
Marcado ha quedado para siempre en nuestro imaginario tanto el siniestro de 1985 como el de 2017. Por ello, siempre debemos estar alerta con planes de evacuación familiares y reacción en caso de que se repita tal evento, así como participar de los simulacros.
La consciencia colectiva de los ciudadanos es una de las enseñanzas que nos dejó este acontecimiento, cuyas cicatrices las llevamos a 33 años de aquella mañana donde la naturaleza casi borra del mapa nuestra Ciudad de México, y que hace un año nos volvió a mostrar lo vulnerables que somos.