Este 11 de agosto Gustavo Cerati cumpliría 60 años y a manera de tributo y para alimentar mi recuerdo también, quiero compartir esto con ustedes.
Una noche no podía dormir. Al ver que me dieron las 3:30 de la madrugada. y que seguía sin pegar el ojo, decidí recurrir a mi terapia más efectiva: ponerme los audífonos y escuchar música hasta desvanecerme.
Pero el shuffle me jugó una mala pasada, porque la primera canción en sonar fue “Sudestada”, de Gustavo Cerati. El eterno Cerati, el mejor escritor de rock en español. Y en esto soy inflexible, no traten de convencerme de otra cosa.
Entonces ya no pude dormir. Repasé mis canciones favoritas de él como si no las hubiera escuchado en años; todos los momentos de mi vida en que esas canciones parecieron haber sido escritas con el único propósito de ponerle palabras y música a mi sentir. Y fue como volver a casa después de haber estado fuera por mucho tiempo.
A pesar de lo importante que él ha sido en mi vida, me resulta complicado escribir sobre él; ni siquiera cuando murió pude hacerlo, fue imposible porque el dolor era muy grande. Pero esa noche no dejaron de pasar imágenes y recuerdos por mi cabeza. Cuando conocí a Soda Stereo y el nuevo mundo que se abrió ante mí. Esa primera ocasión en que lo vi en solitario, a ese extraordinario guitarrista y compositor de letras tan poderosas, como engañosas.
Haber vivido la espera entre sus discos y acompañarlo en tres de sus giras. Tener la fortuna de disfrutarlo con el monstruo que siempre será Soda Stereo y haber visto a esos tres juntos tocando para mí. Jamás me importaron demasiado sus motivos para reunirse.
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Al final, ahí estaban y los escuché como jamás creí posible; esa ocasión en que “Disco eterno”, la canción favorita de Gustavo, sonó más mía que nunca, permitiéndome usarla como música de fondo para abrazar a quien estaba a mi lado como no lo había hecho antes, sabiendo que ya todo se había ido a la mierda, que ya no quedaba nada por compartir, salvo ese momento. Aquella vez en el Vive Latino, cuando tocó “Bajan” y todo fue perfecto. Tantas y tantas memorias…
Avanzo en el tiempo a ese momento en la gira de Fuerza Natural, cuando nos llevó hasta la zona de promesas sólo para recordar a Mercedes Sosa, cuando por fin pude escuchar “Pulsar” en vivo y perdí la cabeza.
Qué íbamos a saber que sería la única vez. Recuerdo a mi amiga Julieta diciendo “Ya lo conozco, se va a aventar el disco completo, siempre hace eso”. Y claro que lo hizo, lo conocíamos bien. Y de ese concierto tengo una anécdota curiosa: Gerardo nos hizo felices comprando los boletos, pero mi amiga Antonia compró el suyo por separado y por puro azar, le tocó el asiento junto a los nuestros. Un regalo de Gustavo para nosotras, tal vez. Disfrutarlo juntas. Esa fue la última vez que escuché “Adiós” y no me quebré en llanto, lo cual considero un logro.
Esa también sería la última interpretación de “Puente” que le escucharía. Nos daba las gracias por haber estado ahí, pero el regalo nos lo daba él. Qué delicia fue siempre verlo.
Apenas en diciembre pasado vi el espectáculo del Circo del Sol inspirado en Soda Stereo y al inicio del show se escuchó la voz de Gustavo diciendo “Hola, Zeta. Hola, Charly”; de inmediato lloré. No desconsoladamente, fueron apenas unas lágrimas las que asomaron y me estremecí porque fue como sentirlo a él ahí. Ese diciembre yo atravesaba por un momento terrible. La depresión, esa compañía que no perdona nada me tenía hundida. Y escuchar esa voz fue reparador, momentáneamente se llevó todo lo malo. El poder de la música para llenar el alma, vayan a saber ustedes.
Finalmente quiero decirles que Gustavo y sus canciones han musicalizado varias de mis batallas, algunas ganadas y otras perdidas, pero siempre estuvo presente y por eso le estaré agradecida, por toda la belleza que creó. Y me quedarán los recuerdos por siempre, muchos de ellos no escritos aquí.
Gracias por venir, Gustavo. Te quedas aquí.