Alma vieja

Después de un tiempo me siento de nuevo a escribir, nunca me he considerado la mejor haciéndolo, sin embargo, creo que me sale mucho mejor que hablar… Generalmente cuando hablo no suelo darme a entender bien y cuando escribo, en mi tranquilidad, me expreso con claridad –o al menos eso siento-, aunque aclaro que cuando estoy molesta o ansiosa desearía no hacerlo y frenar mis dedos para no escribir cosas de las que sé me arrepentiré. Pero en esta ocasión no es el caso.

A lo largo de mi vida, la música ha sido una forma de liberación; con 25 años puedo decirles, con plena certeza de este redescubrimiento que estoy experimento, que tengo un alma vieja y que siempre lo he sabido, pero en mis constantes cambios me negaba a aceptarlo y me sentía en la necesidad de actuar como la gente de mi edad, lo cual me desgastó, me perdió, me confundió y terminó desgastando a otras personas. Ahora acepto que tengo pensamientos que no corresponden a mi edad, pero si a una educación algo… exótica, pero que me hacen tomar lo mejor de las cosas actuales con lo que más me gusta.

Últimamente, al despertar me acompaña “The Columbia & RCA Victor Live Recordings Vol. 3”, de Louis Armstrong, que tengo como predilecto en Spotify… Ha sido lo que ha logrado tranquilizar un poco mi mente y darle paz a mi alma; el jazz resulta curativo para mí. “Stompin’ at the Savoy” es lo primero que reproduzco para dejar que el modo aleatorio continúe mientras hago actividades como arreglarme para ir al trabajo, maquillarme y manejar, el saxofón siempre ha sido uno de los instrumentos que más he anhelado aprender a tocar junto con la armónica y el acordeón.

Todo el camino escucho el disco -que tiene una duración de 3 horas 43 minutos-, para algunos es demasiado extenso, para mí es demasiado corto a la hora de comenzar mis labores. Probablemente se pregunten por qué me gusta esta música y la verdad es que me hace transportarme a épocas donde me gustaría haber vivido y actualmente generan una alta emoción en mi mente, puesto que sólo es música, sin casi ninguna letra. Aunque he de confesarles que hay una persona detrás de todo esto, no que me haya enseñado esa música, sino más bien que ha generado en mí el querer aceptarme, reconocerme y autodescubrirme.

No existe día sin que desee compartir con él estas canciones, que los dos disfrutamos, sin que me cuestione el por qué las escucho; no existe noche en la que no quiera cenar con él bajo el manto estrellado, con esta música de fondo, para después pararnos a la mitad de la cena a bailar románticamente y luego mirarnos a los ojos con el profundo amor y ardor que nos ha caracterizado y decirnos “te amo”.

Sin embargo, de algo estoy muy segura: la vida es mejor que una película o cualquier libro porque es real. Nos lleva a momentos increíbles, a veces muy arriba y otras muy abajo. Hoy a mí me toca iniciar con un “corte de caja”, como lo llamarían los terapeutas, donde acepto lo que fui, veo lo que soy, me enfoco en lo que quiero ser y dejo a un lado que jamás fui ni seré pero que llegué a ser.

Con estas canciones acepto, sin prejuicios, ni culpas lo que me representa y que si por mí fuera viviría bailándolas al unísono junto al amor de mi vida; siendo después de mucho tiempo de cambios libre y lo más importante, siendo yo.

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