Su voz interrumpió las transmisiones radiales. Sereno, medido, enunció la noticia que ensombrecería aquella mañana. Era 11 de septiembre en Chile y la armada había sitiado la ciudad de Valparaíso. Sin embargo, con firmeza recalcó que seguiría ahí, en el Palacio de la Moneda, defendiendo y honrando el mandato que la población le había otorgado tres años antes.
El 11 de septiembre de 1973 quedó marcado como el inicio de una de las etapas más oscuras en la historia de Chile. El gobierno de Salvador Allende estaba por sucumbir ante el golpe de Estado fraguado en las esferas de militares y apoyados por Estados Unidos (a través de la CIA que veía con miedo el ascenso del socialismo en Latinoamérica), empresarios nacionales, transnacionales y agrupaciones contrarias al régimen del entonces presidente.
Las tres ramas de las Fuerzas Armadas (Ejército, Aérea y Armada) lanzaron un ultimátum al entonces Presidente: si a las 11 de la mañana, Allende no entregaba su cargo, iniciarían un bombardeo aéreo y terrestre al Palacio de la Moneda, sede del gobierno chileno.
Con las torre de radio Portales y radio Corporación derribadas, sus generales leales capturados y en franca desventaja ante los golpistas, Allende emitió el discurso que sacudió a más de uno. Era el último que el médico de tendencia socialista emitiría. “Mis palabras no tienen amargura sino decepción y serán ellas el castigo moral para aquellos que han traicionado el juramento que hicieron…, ante estos hechos, sólo me queda decirle a los trabajadores: yo no voy a renunciar.”
La respuesta a los líderes del golpe había sido dada. Poco antes de las 11 de la mañana en Chile, la Moneda comenzó a sentir el asedio de los golpistas. Ante el hecho, Allende dio “liberta de acción” a la guardia del palacio que inició la evacuación del recinto. El todavía presidente resistiría junto a 40 civiles dispuestos a batirse en duelo.
Lo anterior quedó claro cuando señaló “pagaré con mi vida la lealtad del pueblo y les digo que tengan la certeza que la semilla que entregáramos a la consciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser cegada definitivamente”.
Durante tres horas, Allende y sus hombres resistieron el asedio de las tropas comandadas por Augusto Pinochet (Ejército), Gustavo Leigh (Aérea) y José Merino (Armada). “Tienen la fuerza, nos están avasallando, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”, diría el Presidente que llegó al poder por la coalición Unidad Popular, en 1973.
A las 2:15, en el interior del Salón de la Independencia, dos disparos retumbaron por la habitación. Allende había muerto. “Éstas son mis últimas palabras. Tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que por lo menos será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”, finalizaría aquel discurso, minutos antes de fallecer.
“Yakarta se acerca”
El 4 de septiembre quedó para siempre grabado en la memoria de los chilenos, la antesala de un cambio político por la vía electoral había llegado. El país cobijado por una parte de los Andes, daba sus primeros pasos hacia la construcción del socialismo sin armas, por la vía electoral. Salvador Allende era presidente.
Fundador del Partido Socialista de Chile, Allende se convirtió en una figura representativa de la izquierda de dicho país. Convencido del socialismo como camino para transformar la realidad, se propuso hacerlo por una vía diferente a las armas, la electoral. Así, bajo las siglas de Unidad Popular (que integró al Partido Radical, Partido Socialista, Partido Comunista, Movimiento de Acción Popular Unitario, Partido de Izquierda Radical y Acción Popular Independiente), el médico de profesión buscó acceder al poder en un cuarto intento.
Tras unos comicios peleados, donde la diferencia entre el primero y el segundo lugar fue de dos puntos porcentuales, Salvador Allende obtenía la presidencia. “Esto que hoy germina es una larga jornada, yo sólo tomé en mis manos la antorcha que encendieran los que antes de nosotros lucharon junto al pueblo y por el pueblo. Este triunfo debemos dárselo en homenaje a los que cayeron en las luchas sociales y regaron con su sangre la fértil semilla de la revolución chilena que vamos a realizar…”, dijo tras conocer los resultados.
En aquel discurso emitido el 4 de septiembre, el nuevo presidente dejó en claro quiénes lo habían llevado a su nuevo puesto, “Ciudadanas y ciudadanos, trabajadores de la patria, ustedes y sólo ustedes son los triunfadores, los partidos populares y las fuerzas sociales han dado esta gran lección que se proyecta más allá de nuestras fronteras materiales”.
Sin embargo, desde que los resultados se dieron a conocer, Allende fue visto como seria amenaza para los empresarios nacionales e internacionales y para Estados Unidos, quienes veían cómo la semilla del socialismo comenzaba a surgir en la parte sur del continente.
Una de sus primeras acciones fue nacionalizar el cobre –metal en el cual Chile es líder mundial-, regresar áreas estratégicas a la rectoría del Estado, impulsar una reforma agraria que beneficiara a los más desprotegidos y estatizar su economía. Las alarmas se encendieron en los despachos de empresas que veían este hecho como una atentado contra su riqueza. Una idea convertida en halo comenzaba a viajar por ciertos círculos: golpe de estado.
El año de 1973 fue convulso para Allende y su gobierno, la oposición y el descontento sembrado por grupos era palpable, a pesar de contar con un alto porcentaje de popularidad y aprobación. Sin embargo, dos hechos marcaron el inicio del fin del gobierno de Unidad Popular en Chile.
El primero de ellos aconteció el 29 de junio cuando el teniente coronel Roberto Souper, a cargo del regimiento Blindado N° 2, se alzó contra el gobierno de Allende. Éste fue la primera llamada que anunciaba un futuro golpe de estado comandado por militares. Aquella mañana el intento quedo en eso tras la “actuación” de Augusto Pinochet, entonces jefe del Ejército.
Días antes del golpe, según un recuento realizado por Naomi Klein en su libro La doctrina del shock, en las calles de Santiago apareció la siguiente leyenda “Yakarta se acerca”, en alusión a la matanza de seguidores del entonces presidente de Indonesia, Sukarno, por una Junta Militar. La señal estaba dada.
Tras mil días en el poder de Chile, Allende y Unidad Popular eran despojados del mandato dado por los ciudadanos. El sueño del socialismo chileno se esfumaría con el ataque al Palacio de la Moneda. El metal tranquilo de la voz del otrora Presidente dejó de escucharse, en espera de que “mucho más temprano que tarde, de nuevo, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”, un 11 de septiembre en Chile.
Consulta el último discurso de Allende aquí.
¡Excelente! texto!! Me hizo “transportarme” hasta Chile y sentir INDIGNACIÓN ante el ataque de los estados unidos (con minúscula por sus bestiales acciones) aliándose con la derecha para impedir el avance de un gobierno para el Pueblo. Ahora entiendo la admiración que Andrés Manuel López Obrador y muchos otros personajes , intelectuales y ciudadanos conscientes le profesan a este gran hombre: SALVADOR ALLENDE (con MAYÚSCULAS todo el nombre ganado a pulso por sus méritos ciudadanos y HUMANOS).
Gracias !! Juan Pedro Salazar.