Mariana Enriquez obtuvo el premio Herralde en 2020 por una novela verdaderamente monumental y buenísima llamada Nuestra parte de noche. A partir de ahí su nombre empezó a llegar a casi todos los rincones del mundo.
No es que antes de esto fuera una desconocida, para nada. Ya había publicado dos libros de relatos bastante buenos y, cosa curiosa, de un género que a veces está relegado o por alguna razón como que no se toma muy en serio: el horror. Estos dos libros —con títulos geniales—: Los peligros de fumar en la cama y Las cosas que perdimos en el fuego contienen relatos de un horror que se podría decir que es muy latinoamericano, es decir, Mariana recupera para sus historias los contextos sociales y políticos de Argentina durante la dictadura y además retoma algunas tradiciones, leyendas y creencias de los pueblos originarios del país.
Esto hace que su narrativa tenga cierta peculiaridad y cierto tono (también se inspira en hechos reales de la nota roja que por supuesto ya traen cierto horror de base). Una de las características de los cuentos de Mariana (y también se nota en su novela) es que parten de situaciones realistas o que parecen realistas, pero necesitan elementos sobrenaturales, fantásticos, terroríficos para poderlas explicar con mayor profundidad. Incluso Mariana en algunas conferencias ha llegado a afirmar esta necesidad de recurrir a algo más que el realismo para lograr decir lo que necesita.
Algo similar sucede en su más reciente libro: Un lugar soleado para gente sombría, en donde abundan los fantasmas y la tristeza que ellos representan (más que el horror), pero no deja de lado lo espeluznante que puede yacer en cosas del día a día.
Con estas líneas vemos que evidentemente hay un universo particular que le interesa escribir, que tiene bien marcadas sus obsesiones y sus peculiaridades, encima, con una narrativa impecable. Pero Nuestra parte de noche es una cosa que supera todo lo anterior y por mucho. Desde hace tiempo tengo la sensación de que las novelas largas y totales ya no se escriben. Pienso en obras del boom latinoamericano (no me vayan a funar por nombrar puto bato): La ciudad y los perros (y varias más de Vargas Llosa), Cien años de soledad, Rayuela. Obras largas, con gran cantidad de personajes, tramas intrincadas, varios niveles temporales, estructuras complejas, por mencionar algunas características.
Nuestra parte de noche es una novela de la cual podría hablar profundamente por horas. No suelo leer los libros más de una vez porque siento que hay tanto por leer que no me va a dar la vida para ello, pero con Nuestra parte de noche no fue así (y eso que tiene 667 páginas).
Siento que esta obra es superior por mucho a los relatos, y en realidad sólo podría decir cosas buenas: es completa, monumental, con personajes profundos y bien delineados que van evolucionando a través de una ventana temporal, tiene atmósferas verdaderamente espeluznantes, posee un acercamiento al horror único, desgarrador, con imágenes vivas y tangibles que erizan la piel (las garras que se llevan la mano de Adela, la caja llena de párpados, el cementerio de torsos), además de una construcción de la historia impecable a partir de distintas épocas y con contextos históricos y sociales reales de fondo.
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Personalmente llegué a Mariana luego del premio Herralde; comencé con los cuentos, que me encantaron, pero la novela me voló la cabeza por completo (y eso que yo no me considero fan del género ni lectora especializada). Quizá igual que a mí, al común de las personas les llamó la atención la literatura de Mariana a partir del Herralde; lo cierto es que, al día de hoy, no hay lugar en el que se para que no lo llene, para el que no se haga una fila por horas, y no sólo eso: no creo que se haya visto en mucho tiempo que una escritora de terror con una obra de tantísima calidad llene auditorios y tenga tantísimos seguidores devotos (sí, devotos, porque su fandom la espera y le grita como a estrella de Rock).
No he entrado a leer las crónicas por las que también ha llamado mucho la atención: Alguien camina sobre tu tumba, que trata de los viajes que ella ha hecho a cementerios. Tampoco he llegado a otras crónicas importantes también recogidas por Anagrama bajo el título: El otro lado: relatos, fetichismos, confesiones, o su libro sobre Suede. Pero sí leí Bajar es lo peor, novela en la que experimenta con drogas, rock y algo que hace pensar en vampiros; si bien no es la obra maestra de la literatura, es de muy buena calidad y la escribió a los 21 años, eso es ya sorprendente.
Pude ver por fin a Mariana hace unos días en la Fiesta del Libro y la Rosa. El año pasado vino a la Ciudad de México, pero la gente se formó desde muy temprano para obtener ficha y yo llegué demasiado tarde (era imposible para mí formarme afuera de Gandhi desde las 8 a.m.) La charla estuvo maravillosa, ella es maravillosa. Espero tener la oportunidad de verla de nuevo para que me firme mi libro, eso desafortunadamente no se logró en esta ocasión.