Furtivos encuentros en calles angulosas, una piedrita, en el bolsillo pa’ la suerte. Quiso la vida retar de a ratos a la muerte.
Y susurrarme advirtiendo, el tiempo es un ardid, melodía baladí, cuando son las 4 de la tarde, y el mundo desaparece de repente bajo los pies.
Ansiarte es un hábito que no requiere voluntad.
Por quererte pague entero el precio de la soledad.
Trémulas son las manos que se alzan inútiles, para esquivar los golpes bajos.
Y uno se termina acostumbrando a los árboles sin hojas, a las veredas lluviosas, a los amantes sin razón, al whisky barato, a las noches furiosas.
Y al dolor en el corazón.
Pero de pronto sobreviene un resplandor, un ramillete de caminos vírgenes, y el sol se posa en tus ojos, y son las 5 de la tarde, la hora en que el amor se hace carne.
Y sonrío sin poder evitarlo.
Y penetra la calma casi como un sopor.
Y entonces, lanzo la piedrita al aire,
Pa’ la suerte de otra canción.
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