Entramos a la cafetería poco después de las nueve de la noche. Juan pidió un café americano, nuestro invitado lo mismo y yo una sangría. Ahí estábamos dos jóvenes periodistas y un nuevo escritor con los mismos deseos de seguir con nuestro sueño de darle a la pluma y las historias.
“Hubo dos momentos que me permitieron escribir. Uno fue cuando estudié en el Cetis. Trataba de imitar a quien leía; Horacio Quiroga o Edgar Alan Poe, por ejemplo. Entonces empecé a escribir poco a poco hasta que decidí qué quería decirle a los demás. Mi segundo momento fue después de ensayar por 10 años hasta que se quemó mi disco duro con toda mi información. Eso me hizo libre para hacer lo que quiero” y continuaba la charla.
Con influencia de música punk y artistas como Lou Reed, Jorge Jaramillo Villarruel, psicólogo egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), tomó la decisión de provocar algo más allá en el lector. Su vida literaria arrancó con cuentos tristes y realistas sobre lo que pasa en México. El género surrealista lo ha arropado y le ha permitido criticar al gobierno a través de zombis y otras criaturas.
Con el paso del tiempo, entendió que la literatura no podría ser su medio de subsistencia. No lo busca, por el contrario, asegura que “escribir no es una chamba y se publica cuando tienes la oportunidad. Me gustaría publicar constantemente pero si no pasa, no es tan grave.”
Como corrector de estilo, en una agencia de publicidad, las 14 horas frente a su computadora no le arrancan las ideas y si le da el tiempo, las escribe. Así es como ha combinado historias de fantasía, realismo y relatos sobre personas que no han tenido oportunidades. No da una moraleja, sino un mensaje sobre lo que ocurre.
“A veces escribir no tiene importancia cuando ves tu realidad. Estoy seguro que para que escribir no sea algo indecente, las obras deben decir algo sobre lo que pasa a tu alrededor”, contaba mientras combinaba el café con un churro. “Se vuelve más difícil escribir y con el tiempo te preguntas sobre qué más dices”.
“Quiero dedicarme a otra cosa que no sea la literatura, a una o a muchas. La literatura no es lo más importante del mundo ni lo mejor que hay; a veces es mejor compartir el café con unos amigos que Shakespeare. Los libros no son la vida; aprendes más yendo a un mercado y viendo a las señoras que leyendo a todo Cervantes”, asegura.
Su vida ha tenido altibajos, como los de cualquier persona. Despedido de su anterior empleo en el Injuve, recurrió a la venta de películas piratas durante un año. Esa experiencia lo volvió más consciente, “dejó de ser un cretino”, aprendió a entender a la gente y dejó de tratar de aplicar sus valores por encima de los de otras personas.
Un escritor crítico consigo mismo
“Man in the mirror” de Michael Jackson estaba de fondo. A pesar de estar en el rincón más alejado del lugar, el ruido de los comensales era evidente. La charla seguía y nuestro invitado se abría un poco más. Más que respuestas, sus palabras se volvían consejos repletos de consciencia. “No se debe poner la opinión de nadie por encima de tu propia opinión. Sólo así se logra evitar ser un idólatra”, eran algunas de las lecciones que nos daba este escritor, definido así por el periodista y literato, René Avilés Fabila, quien aseguró que ya no había nada qué enseñarle.
Atento al acontecer cotidiano de nuestro país, el barbado y joven escritor, entiende que México se encuentra en un momento de estancamiento en muchos sentidos, entre ellos el literario. Sin embargo, asegura, con humildad, que en el mundo de la literatura todo lo que se escribe representa un aporte. Depende del lector si es valioso o no. “Es difícil saber si no hay nada bajo el sol”.
Comprende la cantidad de textos execrables que respaldan las grandes firmas nacionales y extranjeras, pero eso no ha impedido el florecimiento de nuevos talentos. “Más allá del compadrazgo, la escritura se tiene que profesionalizar en el sentido de hacer trascender lo que estás haciendo. Ser cínico ayuda bastante”.
“Lo que quiero decirle a la gente es que hay otra forma de vivir. Que es necesario romper estereotipos. Ya no basta con ser buen vecino, hay que hacer más. Algo novedoso desde el punto de vista literario, es que provoque un libro movimiento social y motive a la gente a tomar las calles”. A lo largo de su vida ha entendido que las personas no son malas, simplemente hacen lo que pueden con lo que tienen.
Ahora con su novela Los elefantes son contagiosos publicada en la primera edición de la colección René Avilés Fabila, creada por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) para homenajear a éste, se burla de los lectores al jugar con conceptos de aparente profundidad pero que, en sus palabras, son “una tomada de pelo”.
“Algunas partes se muestran serias y otras no tanto. Ahí es donde la gente tendrá que pensar y discernir sobre lo que realmente quiero decir. En buena parte me mofo y soy irónico con personajes como Carlos Monsiváis, y lo hago porque prefiero leer a los escritores olvidados que a los consagrados”.
La charla continuó por unos minutos y antes de terminar e irnos los tres para la estación del metro Hidalgo, no dijo, “No sean como yo. Sólo así podrán conservar el idealismo y aspirar a cambiar cambiar las cosas”.