“There is love to be made
So just stay here for this while,
Perhaps heart strings resuscitate
The fading sounds of your life”.
Este 14 de agosto vi a Interpol por sexta vez y fue tan bello y emocionante como la primera ocasión. ¿Decir eso es caer en un lugar común? Seguramente, pero fue lo que sentí. Y miren que la última vez que los vi fue apenas hace 10 meses, ni siquiera tuve tiempo de extrañarlos.
Como les platiqué en la reseña que hice sobre su sencillo “The Rover”, el primero de su próximo disco, comencé a escuchar a la banda a los 16 años y algo en ellos siempre me regresa a esa edad. Y esa noche, con todo el cariño que la banda le tiene a la Ciudad de México, el concierto fue un reencuentro enmarcado en la intimidad de un recinto que apenas llega a las mil localidades, el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. Y eso realmente favoreció la atmósfera, porque quienes estábamos ahí somos quienes les hemos acompañado por años; no por nada los boletos se agotaron en la pre-venta exclusiva para fans.
Estas fechas en México fueron el inicio de su gira y, de nuevo, dieron testimonio de la relación tan especial que existe entre la banda y el público mexicano. Ahí estaban nuevamente entregándose a la audiencia, regalándonos un viaje por su discografía que, en lo personal, me pareció refrescante. Siento que es la primera vez en un buen rato que he pensado que le dedican el mismo amor a cada uno de sus discos, especialmente al cuarto de ellos, el homónimo Interpol, que tan poco valorado está.
La selección de canciones fue variada e incluso dio lugar a sorpresas. Que tocaran “Success” o “Take me on a cruise” fue tan inesperado como emocionante. Además, junto con los dos sencillos, se aventaron dos canciones más de su próximo disco, “Now you see me at work”, que ya habían tocado en una presentación en junio pasado, y “If you really love nothing”, que tuvo su debut en vivo. Ambas suenan bien, fieles a su estilo, con la guitarra de Daniel Kessler como piedra angular y una de ellas nos regala el falsete de Paul Banks en toda su gloria, lo cual no es habitual. Habrá que esperar las versiones finales, ya el próximo 24 de agosto sale el disco y francamente, se me queman las habas, amigues.
En fin, ¿saben qué fue lo que más me gustó del concierto? Que todes quienes estábamos ahí éramos fans de la banda, como ya se los mencioné. Nadie estaba hablando mientras tocaban, nadie se la pasó grabando todo el concierto, nadie fue sólo a empedar.
En un principio, la elección del Teatro de la Ciudad me pareció extraña para un concierto de Interpol, considerando que siempre han tocado en espacios más grandes y menos formales. Pero al final, eso lo hizo tan especial. Les digo, fue un encuentro íntimo entre la banda y un público que en ningún momento dejó de cantar, gritar, celebrar.
Ellos se veían cómodos en un escenario más pequeño del que están acostumbrados y nos dieron todo, como suelen hacerlo. Por ratos gritábamos a coro “Interpol, Interpol, Interpol” y se veía en sus rostros lo agradecidos que están con esas muestras de amor. Paul lo ha dicho en repetidas ocasiones en su perfecto español, “Siempre es un gusto volver a México” porque somos su segunda casa.
Qué más quisiéramos que se quedaran de una vez a vivir aquí.
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Al final del concierto, pensaba que mi adolescente y mi señora interna se estaban rifando un tiro porque por un lado, tener asientos numerados me resultó muy cómodo y de paso no me cansé (ya saben, la edad…); pero por otro lado, sentí que me hizo falta estar brincando entre el montón y sintiendo sudores ajenos. Pero agradezco esta experiencia porque me permitió atestiguar de otra manera que valoran la complicidad que hay con sus fans.
Pareciera algo que pudiéramos dar por sentado, pero que nos demuestren que nos quieren tanto como nosotres a ellos, hace que cada presentación sea inolvidable. Incluso esta vez, el baterista Sam Fograino tomó el micrófono y también nos agradeció al final del show con un contundente “You guys are fucking awesome”. Y pues ustedes también, Sam. Se los dice alguien que tiene media vida disfrutando de su música y sintiendo que son una parte esencial de su existencia, agradeciendo los arreglos de Sam en la batería, que Daniel sea el corazón del sonido de la banda, que Paul componga letras tan apasionadas…
Gracias, muchachos.