Desde niños, mucho antes de saberlo,
la ingenuidad nos condujo:
el momento del recreo,
jugar a las escondidas,
quizás a las atrapadas,
devorar algún dulce.
Tiempo después, fingimos ser distintos:
equiparamos madurez con ausencia de querer.
Creo que yo no, no ahora, no aquí.
Desde febrero, mucho antes de saberlo,
sonrisas cosquilleaban mi rostro:
el momento del receso para verte
con detenimiento y ternura,
jugar a esconderme sin que me buscaras,
pretender atraparte,
devorar un dulce instante.
Y así, con la niñez brotando
con cariño, te ofrezco la ilusión.
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