“Una mentira repetida adecuadamente mil veces,se convierte en una verdad…”
– Goebbels
Roberto Gutiérrez
Marchas y descontentos sin juventudes. ¿Se puede lograr el cambio sin jóvenes? Los medios electrónicos de comunicación han renovado la forma en que la sociedad interactúa y se comunica a nivel global. La idea de la “aldea global” de McLuhan es el fenómeno más cotidiano, natural y tangible en las redes sociales y medios de difusión. Los jóvenes de todo el mundo son los principales portadores de esa bandera de constante evolución de la comunicación, y con diferentes matices, han sido factor fundamental para ejecutar varios cambios importantísimos en su modus vivendi.
En Chile, por ejemplo (que hablamos hace unas semanas), las redes sociales fueron parte importante en la organización estudiantil que exige mejoras a la educación desde hace ya casi 10 años. En Irán, la llamada “Revolución verde”, que hablaba sobre un supuesto fraude electoral en 2009, fue convocada principalmente desde las redes sociales (con un considerable apoyo del candidato perdedor). Las marchas de los indignados en Estados Unidos (2011) fueron impulsadas desde Facebook y Twitter principalmente, y así podríamos dar muchos ejemplos más, en donde la protesta moderna ha tenido un caudal básico en los nuevos medios de interacción.
No obstante, entre los adolescentes y jóvenes de nuestro país existe una moda-tendencia -lamentable- en internet que lleva a minimizar la protesta social con burlas y ridiculizaciones, catalogando de “pejezombi” o “chairo”, a cualquier persona que expresa el malestar social que sufre la población en general, por el mal manejo de todos los ámbitos gubernamentales ante una situación ya de por sí desfavorable a nivel mundial, sin necesariamente mostrar alguna afinidad con el líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador.
Lo realmente lamentable es que este grueso de la población juvenil sigue modas impulsadas por personajes de farándula en internet, dígase organizaciones o personajes individuales, que se han ganado un gran número de seguidores por la publicación constante de chistes misóginos, homofóbicos y racistas en general, además de denostar a la protesta con críticas negativas que sí han logrado tener un impacto importante en este segmento de la población.
Así como los “narcojuniors” que en sus cuentas de Twitter, Facebook o Instagram, ostentan lujos y modos de vida onerosos, (muchas veces pagados o financiados hasta por actores gubernamentales), los cuales ni siquiera deberían causar simpatía entre la juventud mexicana, que vive mayoritariamente con algún grado de pobreza. Simplemente no debería existir un vínculo de empatía tan fuerte cuando el 45 por ciento de la población juvenil en México es pobre y la mitad de la población infantil.
En sus campañas políticas, los partidos se han colgado de estos elementos mediáticos para tratar de establecer un vínculo más fuerte con la población desfamiliarizada de la política y renuente a la participación cívica. Desde el 2012, vimos cómo candidatos a cargos públicos contrataban a “youtubers” para hacer pequeñas cápsulas invitando al voto de manera indirecta, hasta algunos personajes de la televisión, radio, boxeadores y hasta ex directores técnicos de futbol, tuiteando a favor del Partido Verde o del Revolucionario Institucional, evadiendo, como ya es tradición, las sanciones del famélico árbitro electoral.
No obstante, hasta las secretarías de Estado y demás órganos del poder público hacen uso de estos medios con distintas finalidades. Por ejemplo, el pasado 8 de marzo pudimos ver a personajes, que generalmente hacen chistes de lo más sexistas por internet, promoviendo el hashtag que promovió la Secretaría de Gobernación (Segob) #EllasSabenQue que enaltecía a Osorio Chong, supuestamente estableciendo diálogo con varias mujeres en fotografías photoshopeadas y con arreglos cuidadosos en la composición fotográfica con calidad de estudio profesional o de precampaña electoral. Agrego que por denunciar este hecho incongruente de la dependencia, fui acosado por varios de los promotores de la campaña pagada, al grado de tener que desactivar mi cuenta unos días.
Cuando en 2012 se desenmascaró una campaña masiva de desprestigio, vía internet, por parte de la maquinaria priista en contra de los otros candidatos a la presidencia, términos como “peñabot” también fueron designados a las personas que eran contratadas para crear cuentas falsas destinadas a acosar y atacar cuentas personales de los candidatos, las institucionales y simpatizantes de otros partidos.
Estos hechos están documentados e investigados hasta por medios internacionales como The Guardian y Le Monde, quienes han evidenciado hasta los montos de dinero que destina el gobierno para censurar la crítica, convenciendo, por desgracia, a miles de jóvenes de permanecer en la pasividad política que suele ser la zona de confort para un gobierno constantemente errante y tambaleante; al grado que los jóvenes pasan a ser quienes critican y atacan directamente a aquellos que siguen usando las redes para llamar a la denuncia social y la protesta.
Con esa batiente incertidumbre, me pregunto ¿por qué los jóvenes mexicanos no consideran “chairos” a los manifestantes opositores al gobierno venezolano?, o ¿por qué los jóvenes argentinos mantienen una pasividad complaciente a los ajustes que su gobierno prepara para adelgazar más el Estado, y prefieren inundar las plazas públicas con la exigencia que Justin Bieber realice un concierto en ese país?
Ante los recientes hechos en Oaxaca, y en general en todo el país, es más lamentable que los jóvenes vean con una indiferencia abismal el conflicto magisterial o el deterioro económico de la nación, que ya comienza a repercutir en sus vidas de manera directa. Por ejemplo, los resultados del Estudio de Dada Room, arrojó el bajo nivel de independencia de sus hogares que los jóvenes mexicanos están demostrando en comparación con otros países; es decir, cada vez menos adultos jóvenes logran dejar de vivir en casa de sus padres por factores económicos básicamente: rentas altas y salarios que no son suficientes ni siquiera para poder aportar a los gastos de casa.
Y es allí donde nuevamente tendríamos que analizar toda esta cadena de factores que nos conllevan a pensar en dónde se encuentran estos jóvenes que están realizando acciones para cambiar su entorno, que deberían estar llevando a cabo masivas brigadas para organizarse y evitar el deterioro de los ya de por sí muy lastimados derechos laborales, ya no se diga su derecho a una jubilación digna o servicios de salud y educación de calidad, y por el contrario, no hay una empatía y el grado de conformismo es preocupante.
Las protestas se están llevando a cabo sin jóvenes y las consecuencias de ello serán de manera inmediata los escasos logros del cambio ante la coyuntura nacional. La situación política nacional mexicana, que se piensa no puede caer más bajo, seguirá latente en su yugo de impunidad e injusticia que la caracteriza, y si los jóvenes no se integran al cambio, el escenario futuro se mantendrá tan similar a los recientes eventos.