Desde su creación en 2015 y hasta la fecha, la Secretaría de Cultura ha sufrido reveses presupuestarios, sin importar que se trate de neoliberales o la cuarta transformación; la cultura en México ha sido dejada como última prioridad. Quizá porque no se le ve utilidad a pesar del dinero que genere.
Pero más allá de las críticas hechas en la prensa y las rabietas emprendidas por el sector artístico nacional, las artes son leídas como algo que no merece tanta atención, no sólo por los gobiernos, también por la sociedad misma que no es capaz de consumir algo más allá de aquello que goce de extrema popularidad.
Casos interesantes como el de Yayoi Kusama, Remedios Varo, Vasili Kandinski, algunas exposiciones del Museo de Arte Contemporáneo Universitario y ahora Jeff Koons y Marcel Duchamp en el Museo Jumex, son excepciones que reciben la atención del público mexicano. En algunos casos se han hecho filas de horas e incluso días para entrar a ver las curadurías expuestas en esos recintos, pero fuera de ellos, parece que ya no hay más.
El teatro es uno de los sectores que más sufre el desprecio y la ignorancia de los capitalinos y los mexicanos en general. Su público es ínfimamente menor en comparación al del cine y ya mejor ni sopesar la danza, que parece ser una ilusión en el radar y el gusto de la gente.
Con esfuerzo y más pasión que incentivos económicos, los teatreros nacionales montan sus puestas en escena donde pueden (o los dejan). Buscan los escasos apoyos y becas para poder realizar sus obras, aunque no todos encuentran, por lo cual muchos optan por la independencia que en la mayoría de las veces terminan perdiendo lo poco tienen.
A pesar de ello, hay una cartelera vasta que si uno se lo propone, no podría alcanzar a verlas todas debido a la corta vigencia que tienen las obras en los teatros. Algo tan inverosímil que muchos se preguntan ¿cómo le hacen? A veces ni la misma gente de teatro lo sabe.
Toda esta situación no es casual; cuatro de cada diez pesos gastados por los mexicanos se destinan a material audiovisual de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). El restante de ese dinero se reparte entre nueve sectores extra; algunos no alcanzan ni los 15 centavos de gasto.
¿Por qué ocurre tal disparidad?, y peor aún, ¿por qué la gente se queja de que este sector está desprotegido si es la misma población quien contribuye con esa falta de apoyo al volcarse a un solo tipo de industria cultural? En buena medida por desconocimiento, no sólo del sector público, la sociedad no sabe lo que ella misma produce ni lo que tiene.
Siguiendo con la numeralia, el Producto Interno Bruto (PIB) cultural creció a 661 mil 505 millones en 2017, lo que significó poco más del 3 por ciento total del PIB nacional. Aquí viene lo interesante; el 80 por ciento de todo ese gasto fue hecho por los hogares que prefirieron lo anunciado en medios masivos, principalmente películas.
Para el mexicano promedio las zonas arqueológicas y las artes escénicas son de lo menos aceptado. Tal vez por eso la pregunta recurrente cuando se tiene que pagar la entrada a alguna de estas ofertas es “¿por qué tan caro?”, cuestionamiento inexistente en el argot de las personas cuando se trata de pagar la función de cine de los estrenos veraniegos.
Es claro que los mexicanos sí disfrutan la cultura, de lo contrario no pagarían boletos carísimos a conciertos ni las premieres de películas como Los Vengadores. No obstante, el chip todavía está muy ceñido a esas dos opciones, por lo que habría que empezar a penetrar en el gusto de la gente con mayor fuerza, sobre todo si se encuentra en los otros rubros en los que se divide la cultura.
Dejemos de ver el patrimonio cultural, el diseño y las artes escénicas como un sinónimo de elitismo y entendamos que la riqueza de nuestra producción se encuentra en toda la oferta inacabable e incanzable, pues cuantos países quisieran tener una pizca de lo producido en esta tierra. Aceptemos que en eso somos potencia, que estamos de pie y que a pesar de las carencias, el desdén y la falta de oportunidades, nuestro país se mantiene vivo por la cultura. Esa es su mejor esperanza.
De a tuit
Ya acabó Juego de Tronos y en lo particular no me desagradó tanto el final como a todos. Algo le faltó pero no es la porquería que dicen. Ahora a esperar Stranger things que se antoja buena esta tercera temporada.