Con los resultados del 1 de julio es evidente que la elección del candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) por parte del Presidente Enrique Peña Nieto (EPN) fue un error tremendo. La derrota histórica es terrible para el partido que edificó el sistema político mexicano y lo dominó por casi un siglo.
Los resultados de José Antonio Meade son precarios, ningún candidato del tricolor había sido tan poco votado en la historia (7 millones ,472 mil, 431 votos), una cifra menor, incluso, a la que alcanzó Francisco Labastida Ochoa en el año 2000.
Los números para el poder legislativo son semejantes. Partidos satélites como el del Trabajo (PT) y Encuentro Social (PES) tendrán más legisladores o una cifra casi exacta al tricolor. ¿Qué salió mal, quién carga con la culpa?
El peso histórico en los próximos años señalará a EPN como el presidente que casi aniquiló a su partido. El pobre José Antonio Meade pasará a la historia como el peor candidato presidencial del PRI. El tricolor vivirá próximamente una lucha interna y una reestructuración. Se dice que los ex gobernadores, con Ulises Ruiz (ex gobernador del PRI en Oaxaca), al frente, lideran una facción interna para que el partido quede en manos del priismo de las provincias, y arrebatarlo -después de 36 años- a los neoliberales.
El lastre más severo, en la historia electoral, lo llevará Meade. El bien formado burócrata aceptó una tarea imposible. Hacer que el partido más desprestigiado e indefendible de México recibiera una segunda oportunidad por la ciudadanía. El ex Secretario de Hacienda fue el desafortunado candidato de un partido insostenible.
Mucho se argumenta de su desconexión con el pueblo. De que su campaña nunca levantó. Pero la tragedia del PRI se debe entender también en la aniquilación que hizo del partido el Presidente y sus gobernadores. En el hecho de que su campaña nunca tuvo buena coordinación, EPN desde los Pinos quiso tener control de ella y del partido –evento que nos muestra que si el Presidente no es un “Maquiavelo”– las distancias entre una organización política y el ejecutivo son sanas. De que su coordinador, Aurelio Nuño, era un inexperto y novato. De que promocionar su imagen al lado de Mikel Arriola y Enrique Ochora Reza fueron clavos en el ataúd de su propuesta.
El diario Reforma expresan que la aprobación de EPN oscila en 20 por ciento. La más baja de la historia presidencial. Sin embargo, hay quienes dicen que Reforma es benevolente. Algunos líderes de opinión dicen que ésta estriba en un rango del 10 al 12 por ciento.
En ese sentido, la candidatura de Meade tendría un pequeño porcentaje de orgullo. Su 16.4 por ciento del total de la elección, demuestran que logró que al menos 4.4 de personas (casi dos millones de personas) le dieran el beneficio de la duda al PRI una vez más.
A pesar de eso, este logró también tiene un sabor amargo. ¿Cuántas de esas personas se inclinaron hacia su candidatura derivado del uso faccioso de la Procuraduría General de la República en contra de Ricardo Anaya? La cifra siempre será un enigma.
De momento, los priistas que trabajaron en el gobierno, desde el sexenio de Carlos Salinas Gortari, se enfrentarán a una lucha tremenda por alcanzar una posición en el aparato burocrático del Estado. Habrá pocos lugares asegurados, y los operadores de la maquinaria tricolor, que se movía de institución a institución, como peces en el agua, deberán buscar otros espacio de trabajo.
La base corporativa del PRI, si bien se siente humillada, está satisfecha en un sentido. Meade nunca fue uno de los suyos, de haber sido Presidente, hubieran sentido una desconexión como la que vive ahora el militante local del tricolor con el gobernador Alfredo del Mazo en el Estado de México.
Al menos para ellos, existe una posibilidad que alienta el brumoso futuro, tratarán de recuperar y re posicionarse en el partido. De que en el futuro, vuelva existir esa conexión y camaradería entre la autoridad central y toda la base corporativa del partido.