Por Ilse Becerril
Los Reyes Magos son tres personajes masculinos que visitan a los niños cada madrugada de seis de enero y llevan consigo los juguetes descritos en las cartas enviadas el día anterior, ya sea por globo o por correspondencia. Sin embargo, detrás de cada Rey está un padre y por supuesto una madre para ayudarlos.
Una de ellas es María Guadalupe Castro, 50 años de edad cumplidos en diciembre, de tez morena, estatura baja y con una mirada llena de dulzura. Al recordar cómo se las ingeniaba, cada año, para que su doble personalidad no fuera descubierta, sus frases se llenas de recuerdos y en su mirada se nota un destello que acompaña su ligera sonrisa.
María tiene cuatro hijos, tres mujeres y un hombre. El primero de ellos lo tuvo a los 17 años, la última, una niña de nueve años ahora, cuando tenía 41. “Desde que mi primer hijo, Carlos, tenía un año de edad, mi marido y yo le hemos hecho de Reyes, es muy grato observar sus reacciones cuando despiertan a muy temprana hora y corren a abrir los juguetes que les hemos traído”, relata mientras dirige su mirada en señal de nostalgia hacia una fotografía colgada en su sala de cuando Carlos se graduó.

Con la llegada de su última hija, Ana, volvió a sentir la emoción que significa ir a las 2 de la mañana a buscar los deseos que en su carta escribió. “A veces no es muy sencillo encontrar los regalos entre un mar de juguetes que parece interminable”, recuerda. Esta vez, por ejemplo, no encontraban la muñeca descrita en la carta de su hija hasta que pidieron la ayuda del encargado de la tienda para que llegase a sus manos. El pasado seis de enero Ana se despertó a las 6:30 am para ir corriendo y ver sus juguetes mientras decía “No lo puedo creer”, comenta María, quien observa su pequeño pero adornado árbol de navidad, en donde aún se observan algunos de los regalos que llegaron esa madrugada.
Sin embargo, no siempre se puede complacer por completo a los niños, en muchas ocasiones piden juguetes y objetos muy costosos y, algunas veces, no se cuenta con los recursos económicos suficientes para cubrir esos gastos; a pesar de ello, la intención de regalarles aunque sea algo pequeño es lo que cuenta, además de ver una sonrisa y la mirada de los pequeños, hechos que no se cambian por nada, asegura.
Para María ser una Reina Maga significa ilusión, sorpresa y felicidad. Cada noche del cinco de enero que acude, junto con su esposo, a realizar la compra de los juguetes siente una emoción similar, o incluso mayor, a la que siente su pequeña hija al abrir cada uno de sus regalos. “Desde Carlos, hasta Ana sigo siendo la misma Reina Maga que se emociona con cada una de las sonrisas que mis hijos me regalan”, finaliza.