Un año en la CDMX: Metro Chilango

Foto: JM Mariscal.

Como alguien que viene de fuera a quedarse a vivir en esta megalópolis, el Metro se convierte en un reto a superar para ganarse el derecho de poder ser parte, los mitos que se escuchan fuera de la CDMX invitan a todo menos a usarlo, pero tienes que atreverte a comprobar las leyendas y ver si en verdad es como lo pintan, una vez que lo haces, si tienes dos dedos en la frente, te das cuenta de que son ciertas, pero que esconde mucho más entre sus vagones, andenes y estaciones.

Descubres que está lleno de vida, de historias y de almas, algunas con prisa de llegar a algún lado en particular, otras solo vagan esperando encontrar lo que no saben que necesitan; lograr una venta, obtener un beso, encontrar el contacto humano que no se obtiene en otra parte. El metro es un lugar donde la intimidad se crea a pesar de que nadie la quiere y todos se esfuerzan por evitarla, pero fracasan, todos fracasan, y lo seguirán haciendo porque entre el pequeño espacio entre pared de metal y pared de metal, entre asientos de fibra de vidrio y tubos de aluminio, los cuerpos se encuentran, las pieles se rozan y los aromas se mezclan ya que eso es parte inherente de ser habitante de esta ciudad, y lo aprendes a aceptar, a pagar el coste, un peaje diario, un ritual que se repite varias veces al día y no se exenta los fines de semana.

Foto: JM. Mariscal.

El Metro chilango son risas, platicas privadas que se vuelven comunitarias, quejas, ventas, gritos, llantos, compilaciones de música pirata estallando en bocinas colgadas a las espaldas, son suspiros, son besos, son bienvenidas, son rupturas, es amor y odio, son peleas y abrazos, enemigos de un viaje, amistades que se pueden volver eternas, es la ciudad subterránea, a la que accedes con cinco pesos, con sus propias reglas y autoridad, son los túneles que se llenan de oscuridad y claustrofobia, los rieles que chirrean al pasar, las puertas que se niegan a cerrarse bien, el calor contenido y los grafitis que nadie más que el que rayó recuerda.

El Metro chilango lo es todo, y a la vez es nada, es algo físico, pero es mucho más que eso, tiene un componente emocional intangible, es un ente con alma y vida propia, que respira, que se alimenta de todos los que lo operan y lo usan, se nutre de las esperanzas y el tiempo, que tarda más cuando das señales de llevar prisa y recorre las vías a sus anchas cuando no le pones atención al reloj, y que no avanza cuando llueve porque prefiere chapotear en las albercas que se van formando en sus estaciones, en unas gota a gota, en muchas otras a cantaros.

Foto: JM Mariscal.

El Metro lo domina todo y acepta su condición sin reclamo.

Recibe y rara vez expulsa. Puedes ingresar con sueños y penas. Acepta lluvia y calor asfixiante. Asesinos y suicidas son bienvenidos. Ladrones y santos no pueden faltar. El Metro Chilango. Rey subterráneo. Ni bueno ni malo. No juzga ni sesga. La honestidad es su filosofía de vida. Te abre las puertas. Invita a conocer su reino. No promete belleza. Solo invita a la aventura. A que encuentres lo que hay en las profundidades y te encuentres a ti mismo en el proceso.

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    By: J. M. Mariscal

    Originario de Cd. Obregón, Sonora. Productor multimedia. Narrador. Ganador de premios como el XVII Concurso Juvenil de Literatura “Profra. María Guadalupe Rico de Ramírez” en el género de cuento. Primer lugar en el género de crónica en el XVIII Concurso Juvenil de Literatura “Profra. María Guadalupe Rico de Ramírez”; Becario del programa Interfaz literatura 2015 región Noroeste. Ha publicado en distintas revistas como Círculo de Poesía, Yuku Jeeka, El Comité 1973. Y también ha sido incluido en algunas antologías.

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