Mi salvación

Como diría la canción “será mi salvación, prometo no intentar hacerme daño”, porque al final, todo lo que haga hoy será para mí.
Como diría la canción “será mi salvación, prometo no intentar hacerme daño”, porque al final, todo lo que haga hoy será para mí.

Han transcurrido dos jueves en los cuales no he escrito para los lectores de El Tecolote, un portal al que le tengo mucho cariño por permitirme compartir con ustedes mis palabras. Pero, si me han seguido desde mi primer escrito, sabrán que me encuentro en un viaje de autodescubrimiento y en ese autodescubrimiento necesitaba nuevos aires, nuevos paisajes, nuevas personas, nuevas motivaciones… algo así como un reset. Así que decidí viajar a otro país, completamente sola y aprendiendo a convivir conmigo, como una forma de conocerme.

A lo largo de mi vida había vivido con miedo a intentar y, sobre todo, a no vivir mi vida plenamente.

Desafortunadamente el 99 por ciento de la gente que he conocido no vive en plenitud su vida, se quedan en trabajos que les consumen el tiempo, reciben salarios mínimos o exorbitantes que los demandan todo el día y los deja agotados. Saben que tienen un buen trabajo, que están estables, pero cuando les pregunto si eso era lo que querían en su vida, lo que los levanta cada día, me dicen que no, pero que hay gente que tiene menos.

Yo jamás he visto si tengo más o menos que los demás, pero siempre he querido hacer todo lo que me motive e impulse, porque sé que en consecuencia todo llegará y fluirá. Sin forzar nada, sólo siendo feliz y ayudando a los demás.

He conocido gente que gana 80 mil pesos o más, y siempre están estresados por deudas que pagar, por el miedo a perder su trabajo, en que siempre están cansados…, pero también he conocido el otro lado, gente que gana 4 mil pesos y tiene los mismos pagos: deudas, auto, techo…, ¿cómo le explicas a las personas que siempre hay alguien que probablemente lo pasa peor que tú?

Por el contrario, sólo he conocido a cuatro personas que arden profundamente, como la braza del fuego más feroz antes de extinguirse, con plenitud y armonía.

Y decidí que así era como quería vivir, buscando el trabajo que me llenara y me motivara, aprendiendo cada día algo distinto, por mínimo que sea, como una palabra en otro idioma, o la forma de doblar la ropa de manera organizada con el famoso método de Mary Kondo…, intentando mantener la capacidad de asombro a flor de piel. Disfrutar cada alimento que como y no de manera automática, escuchar una canción y bailarla -sea de amor, instrumental, tropical, clásica…-, sentirme viva y con un motivo.

Las experiencias a las que me he enfrentado, incluso sin elegirlas, me han hecho experimentar nuevos caminos, como el de arriesgarme, pero también el del perdón y amor.

Durante mi viaje he caminado por horas, disfrutando una cultura distinta, recordando momentos que me doy cuenta que han evolucionado del dolor al coraje -un coraje irracional primero hacia las personas que me provocaron dolor, y luego hacía mí misma por permitir tanto cuando lo único que hacía era dar mi mejor, incluso aunque eso incluyera reprimir mi esencia-. Un coraje por haberme transformado, por momentos, en alguien que no era yo.

Sin embargo, cuando llego a lugares hermosos que me hacen darme cuenta de lo pequeña que soy en comparación de la perfecta naturaleza -o incluso frente a edificaciones-, llegan momentos de felicidad y agradecimiento porque soy muy rica en mi mundo -y con eso me refiero a los increíbles valores que tengo y a la calidad de persona que soy y que continúo construyendo-, a sabiendas de que todos los errores que he cometido no han sido con dolo o sabiendo que podrían herir a otros.

Felicidad por darme cuenta que tuve la fortaleza de decir hoy no puedo”, agarrar las llaves de mi auto y conducir a un lugar con una especialista para pedir ayuda; gratitud por las experiencias que, aunque han sido sumamente dolorosas, me han impulsado a querer arreglar todo lo que hay en mí, desde raíz, con la pregunta más importante: ¿para qué tenía que vivir todo esto?, y, sobre todo, por las oportunidades que se me han presentado para vivir poco a poco cada uno de mis sueños y metas.

Agarrar mis maletas fue como tomar impulso y volver a confiar en mí, con el corazón abierto, un celular cargado con toda la música que me eriza la piel y me hace cantar mientras camino o tomo el “bus” como le dicen en aquel país, o cuando voy en el “metro”. He encontrado que cantar es terapéutico, pero sobre todo cantar canciones que te generen una gran emoción y felicidad.

Quiero ver mi risa todo el día, escuchar la melodía de mi voz, quisiera ser el brillo de mis propios ojos, el peine que desnuda mi esplendor, la esquina que me ve cuando camino… y “Quiero ser”, tal y como lo dice la canción de Café Tacvba, mi segundo grupo favorito de música en español. Por supuesto que adapté la letra de la canción, pero…, ¿acaso el amor no comienza por uno mismo?

Me canto cada día porque el final de mi vida sé que alguien me cantará canciones -como ésta- como complemento, no para llenarme.

Porque muchos dicen que “si tienes miedo, deberías hacerlo con miedo” como método de motivación y sanación; sin embargo, hoy prefiero hacerlo con amor y fe. Creo que la fe mueve más montañas que el hacer las cosas con miedo, porque la fe representa confiar y hoy me doy una palmada en el hombro de apoyo y confiando en que todo está bien. Como diría la canción “será mi salvación, prometo no intentar hacerme daño, prometo darme todo lo de mi…”, porque al final, todo lo que haga hoy será para mí.

Así que esta canción que es de mí, para mí.

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