En el principio en dos mitades se dividieron los monos.
Yo pertenezco a la mitad más salvaje,
la que usa pieles de tigre en el lomo.
Mi clan de monos salvajes habla una lengua oscura,
negra como la cueva que nos vio nacer,
morena como nuestra piel,
y este idioma calienta nuestras bocas como caldero de brujas.
Aún conservamos nuestras colas peludas
de cuando le disputamos las alturas a las parvadas,
y una cicatriz cruza la mitad de nuestros cuerpos,
dice mi madre que es la señal de un castigo divino.
Caminamos erguidos, el pecho henchido,
orgullosos de nuestra corpulencia de osos pardos,
y hacemos la guerra con desenfreno animal,
y cuando cerramos los ojos
soñamos con los cuerpos lisos de las estrellas,
con las cosas que nunca podremos conocer.
Yo pertenezco a esa parte rupestre, primitiva.
Y está la otra mitad del mundo.
Esos que construyeron una puerta
y la puerta siempre está abierta
y nadie sabe lo que hay detrás.
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