Me hubiera ahogado en el mar cuando pude.
Morir rodeada de asfalto resulta poco alentador.
Los edificios no te dan el oxígeno necesario y las olas terminan con el dolor.
La muerte es insípida cuando sabe a sal.
El calor del concreto mata las ilusiones y hacen que sangren las heridas.
Esas que con el tiempo se convierten en monotonía.
Me hubiera muerto a mar abierto, lejos,
donde algunos extraños se compadecieran de esta miseria.
Para que solo arrastren mi cuerpo sobre la arena.
Fría y morada, con algunas algas en la garganta,
pero sin ser señalada,
sin dejar evidencia de que
si fue por ése o por aquél.
Simplemente hundirse y morir.
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