El primer territorio es el cuerpo,
el segundo es el hábitat,
el tercero es la resistencia de la voz.
Se escribe para dejar una resonancia,
una vivencia,
un suspiro de calor.
El cuerpo avanza conforme los territorios se dibujan,
chocan entre los sollozos del alma.
Los recorridos lineales en la carne,
viajan y reposan,
se recuestan y sangran.
El piso del hábitat debe ser fuerte para evitar colapsos,
debe arder para florecer la voz,
la lengua expulsa el fuego,
y el territorio se re-verdece,
al expulsar las cenizas.
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