Una sirena se maquilla en silencio
mientras su mano derecha
mueve el rímel
y su izquierda buscará en el iPhone
una tomada furtiva:
¿acaso elegía y perdición
para un escucha indemne y solitario?
Después, otra sirena se le une,
buscando un paraíso
en el delineador;
más que miradas y cosméticos
intercambian consejos
y así realizar el augurio
de encantar a un rezagado navegante,
harto de silencios en vela.
Cavafis ya lo dijo una sola vez:
no hallarás otras tierras,
no hallarás otro mar,
y sin embargo, estas sirenas
sostienen lo contrario,
siempre y cuando
su maquillaje nunca se termine.
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