Es por todos conocido el tremendo revuelo que se hizo por los nuevos libros de texto que este año preparó la SEP. Información sobre los contenidos está disponible en todos lados, incluso es posible verlos en la página de la Conaliteg y han salido tantas opiniones a favor y en contra que no voy a entrarle a eso.
Sobre todo porque me parece que para poder opinar sobre cualquier tema es necesario tener conocimiento de causa, estar enterado de cosas, haber reflexionado y confrontado información, opiniones, haber hecho un mínimo de lectura para hablar al respecto. Yo no he visto los libros de texto y mi conocimiento en temas de educación es poco más que nulo. Lo que sé de los libros es lo que supe cuando los llevaba en la mochila. Y de eso ya mejor no digo hace cuánto tiempo fue.
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Entonces no, no voy a hablar de los libros de texto. Pero sí voy a hablar de un fenómeno que noté alrededor de tanta polémica y que me parece triste y fuera de contexto, pero que desafortunadamente es característica de la sociedad mexicana.
Hace algunos días Marx Arriaga puso un tuit (o un X, ya no sé cómo se llaman) en el que hablaba del orgullo con el que el equipo de trabajo había logrado este gran acontecimiento. Claro, a Marx Arriaga le gusta provocar, y algo de eso había en su mensaje. Cito el tuit a continuación.
La publicación venía acompañada de cuatro fotos del equipo que por meses estuvo metido en esa misión (lo sé porque una amiga mía estaba ahí). Uno puede opinar de Marx Arriaga lo que guste, es una figura muy polémica y creo que la crítica con fundamentos y los cuestionamientos hacia lo que hace el gobierno son muy importantes. Ah, pero lo que hallé en los comentarios no se trató de crítica puntual a cuestiones importantes, muy pocos comentarios se centraban en los errores o en el mal manejo de los contenidos, en señalar la problemática de incluir ciertas orientaciones políticas o en la selección de textos específicos. Claro que no. En los comentarios lo que salió a relucir fue el clasismo y el racismo.
Si no se regresó a ver el tuit, querido lector, lo invito a que vaya, es importante. Yo sé que no puedo esperar mucho más que odio de Twitter, por eso lo evito, pero al final es parte de lo que nos rodea y es un medio de información. Y claro, me topé con cerrazón, odio, comentarios ofensivos con fundamentos tan idiotas que se basan en cómo se viste el equipo editorial.
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Los llamaron cochinos, dijeron que eran fotos que “olían”, se preguntaban de dónde habían salido tantos vagabundos, que si acabaron la escuela, que les regalaran un desodorante. Sí, eso pobló la mayoría de los comentarios, eso era lo importante. Y sí, saca a relucir lo que ya sabemos: vivimos en una sociedad racista y clasista, en la que lo más importante es si la banda va a trabajar en jeans o si no se pone gel (y lo peor, asumiendo que apestan).
Días después mi mamá me mandó otro twit de alguien que no ubico para preguntarme si esa de la foto era mi amiga. Y sí. Pero de nuevo lo que más importó en esta publicación fueron los comentarios llenos de las mismas tonterías. Aquí ese tuit.
Lo más triste del caso es que este tipo de pensamiento no es de personas distantes con las que yo no tenga nada que ver. Desafortunadamente en mi propia familia hay opiniones de este tipo, llenas de racismo estúpido. ¿En dónde se nos ve la raza aria? ¿No vivimos en un país mestizo con fuerte presencia de pueblos originarios? Repito, me parece perfecto que se cuestionen los libros, la educación, el gobierno, las cosas que sean, pero que se hagan con argumentos importantes y que vengan al caso. Que seguro no se bañan, ay, esa es la molestia.
Y bueno, este es sólo una pequeña pincelada de nuestra sociedad, y me parece muy triste.