El asesinato de una mujer, ¿reduce su gravedad, o el dolor de sus seres queridos se vuelve irrelevante, cuando la víctima es una sexoservidora? La respuesta debería ser “no”, a partir de los pronunciamientos de instituciones como la ONU, en su artículo 3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, pero, sobre todo, porque se espera que se defienda el derecho a la vida de todos los seres humanos por igual.
Sin embargo, el sistema de justicia de México no suele aplicar los mismos procesos penales para todos los habitantes. La discriminación está presente en la defensa de los derechos de grupos que, a causa de la misma, han sido clasificados como vulnerables. Uno de estos grupos son las sexoservidoras.
Por ello, en La Merced, un grupo de sexoservidoras tomaron una calle del barrio de La Merced, desde 1992, para dedicar una ofrenda a sus compañeras caídas bajo un solo mensaje: “¡Porque al mundo no le sobran vivos ni le faltan muertos, ni un feminicidio más!”.
Este año, la calle Las Cruces fue cubierta de flores, prendas, frutas y voces de sexoservidoras que se expresaron en contra de la violencia a la que han sido sometidas. Además, colocaron “una ofrenda como reclamo de vida y de memoria”, leyó una de las mujeres mientras terminaba la tarde del 28 de octubre. Momentos más tarde, realizaron una procesión para exigir respeto a su oficio.
Aunque el coraje e indignación no dejaron de estar presentes, la ofrenda fue también “un gesto de amor y tradición”, así lo dijo una mujer que ayudó con la decoración de las mesas.
Las irregularidades legales que existen en prácticas como la prostitución, la trata de mujeres en zonas como La Merced y la inseguridad, se han tomado como temas delicados e incómodos que a nadie en concreto le precisa resolver.
Pero esto no debería ser pretexto para dejar impune el homicidio de una mujer, de un ser humano. Y es que estamos acostumbrados a escuchar y aceptar la justificación de asesinatos en nombre de religiones, ideologías o trabajos; lo que, a su vez, hace que aumente la intolerancia social y la indiferencia y nos hace olvidar que, indirectamente se está cometiendo un crimen social de aprobar o justificar la violación al derecho primordial de todo ser humano: la vida.
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Fotos y texto: Aideé López Rivera