Hay un sinfín de maneras de enloquecer; mi fórmula consiste en encontrar siempre una distinta. Hoy es viernes 15 de enero del 2016, son las 21:15:50 y el próximo jueves (en teoría, hoy, 21 de enero) se inaugura mi columna para El Tecolote, así que entre emocionada, dispersa y un poco nostálgica, comienzo a hacer uso de este espacio de la mejor manera que alguien puede escribir, con las emociones alteradas.
Volver siempre al mismo lugar
Quizá sea la más recurrente de las maneras de comenzar a perder la razón. Volver al mismo lugar es como caminar en círculos en vez de hacerlo hacia adelante, es condenarse a repetir siempre las mismas historias, a pasar por los mismos lugares, a encontrarte con la misma gente, a volver a beber el mismo trago y sí, condenar las nuevas historias a los viejos finales.
Sé que lo que digo no es un hallazgo, nada que el mismo lector no haya pensado en alguna ocasión, mi pregunta es ¿entonces por qué seguimos volviendo siempre al mismo lugar? ¿Por qué si no queremos repetir las mismas consecuencias del pasado, seguimos tomando las mismas decisiones que nos dirigen a ellas?
Podremos creer o no en el destino o en alguna otra entidad dictaminadora, pero sin duda creo que lo que determina nuestro rumbo es un conjunto de ambas, la situación que nos es dada más nuestro propio deseo de arruinarnos. ¿Qué le pasa a Ricardito en Las travesuras de la niña mala? La vida se le va en pagar la condena de haber conocido y coincidido a lo largo de los años con la niña mala, pero también vemos cómo es que a lo largo de toda esa vida se ha dedicado a anhelar y buscar cada uno de esos encuentros. ¿Y qué puede haber más desesperanzador que buscar la propia miseria?
O quizá la mejor manera de enloquecer sea renunciando a aquello que siempre nos ha obsesionado, soltar; porque buscar la cordura es seguramente el indicio más certero de que estamos más lejos de ella que nunca.