1- Algunos de los poemas de Friedrich Hölderlin (1770-1843) tratan sobre la figura del poeta y en ellos lo muestra como como una suerte de conducto entre la divinidad y los hombres. En “Vocación del poeta” lo enuncia así: “La gratitud llega hasta Dios. Pero no puede por sí misma retener su imagen. Para entenderlo, es bueno que un poeta con la gente se asocie.” Para Hölderlin el poeta queda inutilizado cuando los dioses se han ido lejos y no se ocupan más de la suerte de los hombres. De ahí el famoso verso citado aún ahora con frecuencia: “¿Para qué poetas en tiempos de miseria?” Si no hay divinidad cuyo mensaje descargar, el poeta comienza a perder su sentido.
2- William Wordsworth (1770-1850) escribió en 1800 el prólogo a la segunda edición de sus Baladas líricas. Considerada como un manifiesto de la poesía romántica, en ella busca justificar y explicar su novedosa manera de hacer poesía: poemas sobre acontecimientos de la vida cotidiana, importancia a los instintos, las emociones, la imaginación, poesía sin rima en contacto con la realidad y el individuo. Wordsworth consideraba que el poeta era un ser dotado de una sensibilidad superior a la normal; una persona de mayor entusiasmo y ternura, con mejor conocimiento de la naturaleza humana, un alma que abarca más de lo que comúnmente puede el género humano: un poeta posee en sí un hálito divino.
3- En el Manifiesto del Creacionismo Vicente Huidobro (1893-1948) afirmó el poder de creación y novedad que el poeta debía ostentar. Si Dios habló y al hablar creó el mundo, el poeta al escribir puede hacer lo mismo: ofrecer nuevas realidades, nuevas formas y acontecimientos. Así lo afirma en su poema “Arte poética”:
Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!
Hacedla florecer en el poema ;
Sólo para nosotros
Viven todas las cosas bajo el Sol.
El Poeta es un pequeño Dios.
La palabra sería capaz de crear realidades nuevas y de ver las cosas con una mirada diferente.
4- Hace muchísimos años que los poetas no se encargan de cambiar el mundo. Cualquiera podría argumentar que es de oficio un poeta y recibiría burlas auténticas. La semana pasada vi (por fin) una película que por años me recomendaron amigos y compañeros de estudios: “El lado oscuro del corazón” (1992) de Eliseo Subiela. El personaje principal se vale de poemas de Juan Gelman, Oliverio Girondo y Mario Benedetti para ejercer plenamente dicho oficio. En la película constantemente se le dice que debe dedicarse a otra cosa, un trabajo en serio. Se le mira cual vagabundo pidiendo dinero a cambio de poemas recitados. Parecería muy triste, pero el dinero obtenido es suficiente para que él y sus amigos puedan tener una comida decente. Éste es más bien un divertimento del guionista; el hecho de fondo es que no hay tal cosa como los lazos místicos y divinos del poeta.
5- De vuelta al siglo XIX, Charles Baudelaire (1821-1867) en su poema “El albatros” equipara la figura del ave con la del poeta: un ser superior, a veces divino, exiliado en medio de la mediocridad del vulgo, incomprendido, mártir y que no puede llevar la vida de los demás. Aquí el poeta es un ser agredido por los demás quienes aparentemente no comprenden su grandeza; igual que el ave gloriosa en libertad, el poeta, al volverse a los hombres, recibe burlas y pedradas. Esta otra cara del romanticismo se asemeja más a nuestra realidad actual. Y no es de sorprenderse, no es casualidad que Baudelaire se haya convertido en un parteaguas de la literatura en cuanto a temas y formas.
6- Cuando me siento triste leo “Tabaquería” de Fernando Pessoa (1888-1935). No es que me ayude a sentirme mejor o menos triste. Pero sí me ayuda a sentir paz, y me recuerda algo fundamental: que la poesía es compañía. Pessoa, bajo el heterónimo de Álvaro de Campos fechó este poema en 1928. En general este heterónimo tiende a reflejar las crisis existenciales del hombre en la tierra, y este poema logra abstraer eso precisamente: el vacío, la intrascendencia, el fracaso y la falta de alicientes que son el pan de cada día. El poeta ha dejado de ser un vehículo de algo, es al contrario un ser arrumbado en una buhardilla. El abrazo que me da Pessoa con este poema radica en que yo tengo las mismas sensaciones. ¿Qué son los poetas y para qué sirven sino para hablar de sus propias miserias y sus pequeñeces?
7- Es bonita la concepción romántica. Hay algunas personas que aún piensan que los poetas sirven para algo y que en ellos se pueden volcar las esperanzas. Una vez alguien me dijo que le escribiera un poema en honor a la muerte de un ser querido. Se me hizo anacrónico pero hermoso pues rescataba el valor que antaño tenían los poetas, seres a quienes se les buscaba por su talento especial para decir las cosas que no podían decir los seres humanos comunes. Ya entrado el siglo XX Rubén Bonifaz Nuño (1923-2013) nos ilustra con un poema que descarta totalmente esa grandeza del poeta. En efecto, los poetas nos han enseñado la amargura, el placer, el gozo, la esperanza. Pero al final los poetas no son nada. Todas esas atribuciones son conjeturas románticas. El cierre de su poema es maravilloso: “descubran que estamos desnudos, que no tenemos.”
8- En enero de 1945 el ejército soviético liberó el campo de concentración de Auschwitz, en Polonia. En ese momento el mundo descubrió lo que realmente significaba la solución al problema judío de la que se jactaba el tercer Reich. Poco después se hizo famosa la pregunta de Theodor Adorno sobre si era posible escribir poesía luego de la barbarie. Sin embargo, pronto los sobrevivientes comenzaron a dejar en libros testimonios del horror que conocieron. Uno de ellos fue Paul Celan (1920-1970) quien fue llevado a un campo de trabajo en Moldavia. Años después de su salida, escribió uno de los más hermosos poemas testimonio de las atrocidades nazis: “Muerte en fuga”. ¿Qué de glorioso y divino puede tener un poeta que está sometido y cuyo pensamiento más constante es la muerte? Luego de que terminó la guerra, Celan vivió 25 años después de terminada la guerra; entonces, a causa de la depresión, se arrojó al Río Sena para quitarse la vida.
9- En marzo de 2011 se dio a conocer la noticia de la muerte de Juan Francisco Sicilia Ortega, hijo del poeta Javier Sicilia (n. 1956), aparentemente fue torturado antes de ser asesinado y abandonado en un auto junto con otros seis cadáveres. Tenía 24 años. Después de esto Javier Sicilia comenzó una campaña para denunciar la violencia del país y tratar de encontrar a los culpables. En ese momento, el ganador del Premio de Poesía Aguascalientes, uno de los más importantes del país, declaró que se alejaría de la poesía. ¿Cómo escribir poesía después de esta atrocidad? Sicilia compartía la angustia con la que Adorno lanzó su interrogante. En congruencia con su declaración, Sicilia no ha vuelto a escribir poemas. Recientemente, sin embargo, accedió a dar un curso de poesía clásica que tuve la oportunidad de gestionar y coordinar. Al finalizar la última sesión intercambiamos correos para cuestiones administrativas y me dijo que el taller le había permitido volver a su mundo, el mundo que el asesinato de su hijo lo obligó a dejar por años. El poeta puede estar deshecho, pero la poesía (aunque sólo se lea y se comparta) salva un poco, la poesía acompaña siempre.
10- El año pasado David Huerta (n. 1949) fue galardonado con el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. Una nota con el titular: “La poesía no puede reencauzar el mundo” me llamó la atención. Se trataba de una entrevista que me resultó verdaderamente esclarecedora pues retomaba concepciones de los poetas románticos, pero al mismo tiempo hacía afirmaciones sobre la falta de utilidad de la poesía. “En el pasado, en la antigüedad, los poetas eran como alarifes, auténticos artesanos. A mí me gusta ver así a los poetas y los más grandes que he conocido se ven a sí mismos como eso, como artesanos”, dijo. Y esta idea me recuerda mucho al creacionismo de Huidobro y a la sensibilidad suprema y sublime de la que habla Wordsworth. Más adelante, cuando le preguntan si la poesía tiene respuestas frente al desequilibro de la cultura o si hay algo que la poesía pueda ofrecerle hoy al mundo, él contesta que la poesía no arregla nada. En efecto, la poesía no tiene una utilidad en el sentido mercantil o comercial, tampoco va a regresar el equilibro. Sí va a preguntarse en qué momento se perdió el equilibrio, aunque no vaya a obtener respuestas. Lo curioso es que, aunque no “sirva” como tal, David insta a vivir poéticamente, es decir, vivir con plenitud nuestras capacidades imaginativas e intelectuales. La poesía en la vida práctica no hace falta, pero sin poesía se vive una vida muy pobre. La poesía acompaña y enriquece.