¿Qué es la navidad? Una mesa con la vajilla más fina. Una cena con platillos deliciosos y otros no tanto.
Un pino vestido de luces y escarcha, calzado con pequeñas figurillas bíblicas, con suela de musgo.
O tal vez, una buena cantidad de cajas con sorpresas y regalos.
Para algunos, un viaje a un lugar no muy común. Otros prefieren restaurantes, como una forma de mostrarse una verdadera razón de mantenerse en ese trabajo.
Pero todos los casos, ricos y pobres, tiene en común una sola cosa: el abrazo a los que nos importan realmente. Y aunque estas fechas se prestan para la hipocresía exacerbada y la doble moral, todos hemos dado o recibimos un apretón de corazón. Una época que trata de ser más feliz que otras.
Pero, acaso pensamos, por un milisegundo siquiera, en aquellos que ya no están. Y no me refiero a los nuestros, esos a quienes rendimos tributo los dos primeros días de noviembre, ya sea en un panteón o en una ofrenda. Hago hincapié en aquellos etiquetados bajo el número 43, pero que significan cientos de miles más.
Es que acaso esos humanos no tuvieron una navidad con todo lo dicho en líneas anteriores. Será posible que nunca le dolieron a nadie y pasaron desapercibidos como si se tratara de algo tan efímero como un objeto material.
Y es que la simple idea de olvidar a esos caídos, culpables o no, me congela y me hace reflexionar sobre si merecemos otra navidad en familia cuando hay tantas con más de una ausencia.
En estas fechas, en vez de pedir bajar de peso o tener un nuevo coche, seamos más utópicos y pidamos tener más consciencia. Hoy en día es un lujo más costoso que muchas fortunas, pues más que dinero, cuesta un enorme sacrificio ponernos en los zapatos del otro; pero si queremos que el gobierno o la justicia cambien, debemos empezar por ser más empáticos y menos individualistas. Y no sólo ante los grandes desastres, sino con pequeñeces como dar el paso o respetar al otro sin importar su color, nivel socioeconómico o condición social. Sólo así tendremos cara para quitar y poner funcionarios y presidentes. Únicamente de esa forma podremos hacer valer cada centavo que nos cuesta el que esa gente ocupe esos puestos.
Ese al menos, será mi propósito de año nuevo