Tres libros tristes para acompañar las penas

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Si algo tienen en común estos tres libros, además de los temas de dolor, duelo y pérdida, es la forma autoficcional o autobiográfica. Foto: Especial.

Es sabio ese dicho popular sobre que “nos gusta echarle sal a la herida”. Si estoy triste, me clavo en la tristeza y escucho canciones o veo películas en ese tenor. Es normal; a veces uno necesita sentir que algo acompaña esa tristeza; sucede que hay momentos en los que uno no quiere que le echen ánimos, sino más bien que le ofrezcan un aliado para pasar el dolor en compañía.

Creo que esto ya lo he dicho, pero considero importante repetirlo: desde hace años, cuando me siento insignificante e intrascendente, leo “Tabaquería” de Fernando Pessoa; no para sentirme mejor, sino para estar acompañada en la pequeñez y para saber que se puede estar mal, pero que se puede salir del hoyo eventualmente, acompañado. En los últimos meses, de acuerdo con no sé qué capricho de la vida, leí algunos libros que estoy segura pueden tener la función de compañía frente a ciertas situaciones difíciles, y me gustaría hablar un poco de ellos.

El primero es El año del pensamiento mágico de Joan Didion. En este libro la autora hace una crónica del año de duelo posterior a que su marido, John, muriera de un ataque al corazón mientras ella preparaba la cena. Ese año es especialmente difícil porque, además de la muerte de John, su hija Quintana se encuentra en terapia intensiva, y pasa varios meses luchando con nuevas intervenciones, internamientos y recuperaciones largas y difíciles. La decisión de llamar este año terrible como: “del pensamiento mágico” responde a que ella, de alguna forma, esperaba que John volviera. Es un año en que ella tiene que acostumbrarse a ser una viuda, a prescindir de la compañía de quien estuviera con ella en todo momento por casi cuarenta años, un año de cambios y ajustes, de revisar notas, ropa, sucesos, lugares, personas sin John. El libro es muy duro, por el tema y por la crudeza con la que Joan Didion escribe sus pensamientos y sensaciones. A lo largo del libro nos acerca a su vida con John, lo cual hace más dolorosa su ausencia; sin embargo (y esto es algo que me encantó), a pesar de que es un tema difícil, la autora no transparenta la autocompasión y su narrativa jamás cae en el melodrama ni provoca lástima. Creo que este es uno de los más grandes aciertos al narrar un duelo y al desnudarse sobre un tema de por sí muy duro.

El segundo es La luz difícil de Tomás González. En este libro el autor nos cuenta una parte de su vida enmarcada en la terrible decisión de su hijo Jacobo de 28 años, que terminará con su vida por voluntad propia, pues se encuentra parapléjico a raíz de un accidente de coche en Nueva York, y los dolores que experimenta son tan duros y horrorosos como para vivir experimentándolos para siempre. El libro habla también de la vejez, de la soledad y el dolor. El autor, a la par de la historia de su hijo, escribe fragmentos de sus propias rutinas desde su profesión de pintor frente a su ceguera progresiva. Nos cuenta de su esposa, quien también muere, de sus hijos que le sobreviven y de la mujer que lo cuida en lo que intuimos pueden ser sus últimos años. La “luz difícil” alude precisamente a la ceguera luminosa que avanza rápidamente, una ceguera blanca, de luz. Llega un punto en que él ya no puede escribir ni pintar y depende de las demás personas para hacer sus cosas. Este libro enseña que la vida a veces es muy difícil y muy triste, pero que sigue ahí, palpitando, existiendo.

El tercer libro es Lo que no tiene nombre de Piedad Bonnet. Este libro lo pondría en la clasificación: “Libros que te vuelan la cabeza y además te deprimen.” Piedad Bonnett escribe desde las entrañas este relato a partir del suicidio de su hijo Daniel. Nos cuenta de él, de cómo cree que todo sucedió, de su vida, sus trastornos y recaídas. Es un libro doloroso, sin duda, pero al mismo tiempo muy bello. Es decir, contrasta de una manera armónica esa intención de darnos a conocer la vida de su hijo, frente a la inconcebible realidad en que ella trata de entender y cuestionar su suicidio. Sospecho que para ella —al menos en este libro— la resignación no es una opción. Si tuviera que dar un adjetivo para este libro sería “desgarrador”. Toda la lectura me tuvo con la garganta cerrada. Es tan honesto que duele, traspasa la piel y estremece, pero seguro sería una gran compañía empática para quien llegara a pasar por lo mismo

Si algo tienen en común estos tres libros, además de los temas de dolor, duelo y pérdida, es la forma autoficcional o autobiográfica de todos ellos. En los tres escuchamos un testimonio en primera persona de situaciones que pueden sernos muy cercanas porque todos hemos pasado (o inevitablemente pasaremos) por la muerte de un ser querido. Más allá de los libros de autoayuda, creo que este tipo de literatura es una compañía más significativa que nos puede servir de apoyo durante esos momentos difíciles para eventualmente salir de la tristeza y volver a la vida. Los tres son libros que silenciosa e indirectamente nos dicen que no estamos solos y que la vida es mucho más que el dolor y la desolación, aunque les debamos dar a ambos su espacio fundamental el tiempo que sea necesario.


Referencias:
Didion, Joan, El año del pensamiento mágico, Literatura Random House, 2015
González, Tomás, La luz difícil, Alfaguara, 2011.
Bonnett, Piedad, Lo que no tiene nombre, Alfaguara, 2013.

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    By: Adriana Dorantes

    Es maestra en Literatura Hispanoamericana. Primer lugar del Certamen Relámpago Internacional de Poesía Bernardo Ruiz, 2009. Ha colaborado en algunas revistas impresas y digitales y suplementos culturales con poesía y artículos sobre literatura, como: Destiempos, Dos Disparos, Valenciana, Mexicanísimo, Casa del Tiempo, Moria, Revarena, entre otras. Autora de los libros de poemas Quién Vive (UAM, México, 2012) y Entre mares alados (Ediciones y punto, México 2014) y del libro de cuentos Vendrá la muerte y tendrá tus ojos (Sediento, México, 2014). Segundo lugar del Torneo de Poesía Adversario en el Cuadrilátero 2015.

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