Esta historia pocas personas la saben. Hace muchos años no me gustaba mi segundo nombre: Pedro. No lo odiaba, pero me pesaba.
Y es que cada que alguien me llamaba así, mi mente regresaba a aquella tarde de finales de junio en la que un primo me “despojó” de mi nombre.
Era la fiesta del abuelo. Estaba por entrar a su casa y ahí me encontré a uno de mis primos. Le dije, ufano, que también era mi fiesta porque me llamaba Pedro y él, más ufano aún, me dijo que no, que ese no era mi nombre… completo.
Y tenía razón. Pero en ese momento sentí que me despojaba de algo que mis papás me habían dado: llevar los nombres de los abuelos. Juan, por el materno, y Pedro por el paterno.
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Así que desde ese día, me refugié en mi primer nombre. Para todo el mundo era Juan, y más después de que me dijeron cuál era el significado del nombre.
Cuando me preguntaban, solo mencionaba ese nombre. No el otro. Pero eso no me dejaba exento de que a muchas personas se les quedaba más Pedro que Juan. Y, entonces, era volver a recordar esa tarde de junio.
Con el tiempo, le volví agarrar cariño a mi segundo nombre y es que, ¿cómo iba a negarlo si así se llamaba mi abuelo?
Recuerdo mucho la ocasión en la que volví a abrazar mi nombre y que, de alguna manera, le pedí perdón por rechazarlo por tanto tiempo.
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Mi abuelo ya estaba entrado en años y eso lo había dotado de una ternura que mi papá y mis tíos se preguntaban de dónde había salido.
Una tarde, me miró. Me acerqué a saludarlo y lo abracé. Con los ojos vidriosos, como si fueran una canica, me preguntó que si no le molestaba que me pareciera a él, que si me gustaba mi nombre.
Por segundos, no supe qué decirle, porque mi mente viajó a esa tarde de junio. Pero ahora era distinto, por primera vez sentí que abracé a ese pequeño que siempre llevaba gorra -de los Bulls de Chicago-, que se escondía cuando le daba pena algo y que lloraba –llora– cada tanto, y que le pedía perdón por no haber sabido defender su segundo nombre.
Regresé al presente. Abracé a mi abuelo y le dije que no me molestaba, que me gustaba parecerme a él, y que me fascinaba mi nombre, Pedro.
Esta historia pocas personas la saben. Y ahora sí me gusta que me llamen Pedro o Pedrito o Juan o Juanelo o Juan Pedro.

Eso de los nombres siempre tiene sus bemoles…no tod@s quedamos conformes, pero sólo es por lo que asociamos o imaginamos con ell@s.
Qué bueno 😃 que pudiste reconciliarte de esa bella forma con tu abuelito.
!!Sigue escribiendo!! Juan Pedro