El pasado 6 de enero murió el escritor argentino Ricardo Piglia, este texto es un homenaje a su obra literaria.
La narrativa de Ricardo Piglia, junto con la obra de Roberto Bolaño, es la aventura más alucinante de la literatura latinoamericana de los últimos treinta años. En Piglia se condensa todo lo necesario para producir una revolución literaria, para sobrepasar los límites del pasado, exaltar el presente y abrir un camino hacia el futuro. La obra del escritor argentino se condensa en apenas cinco novelas, dos tomos publicados que contienen sus diarios, y una gran serie de artículos de crítica literaria; a pesar de la brevedad de la presente obra, en ella se encuentra una de las prosas más lúcidas y brillantes que ha generado esta región del continente americano.
Pero ¿qué es lo que hace a la obra de Piglia tan fascinante? La primera aseveración es que Piglia fue todo: un fiel heredero de una tradición literaria, nacional e internacional; el hijo parricida que cuestiona el legado de sus antecesores pero toma lo mejor de ellos, y, finalmente, un escritor que deja en cada línea de sus novelas y reflexiones literarias el germen para sus precursores.
Piglia es un fiel heredero de Borges, de la lucidez intelectual y de la capacidad de hacer reflexiones brillantes sobre la literatura y la estructura de la narrativa. Asimismo, es un genial ensayista, particularidad que toma de filósofos tan trascendentes para el pensamiento actual como Rene Descartes. A la par, en su literatura hay atisbos de los tres grandes novelistas del siglo XX: James Joyce, Marcel Proust y Franz Kafka, de quienes toma lo mejor para cuestionar a la novela contemporánea.
Su carácter parricida se observa en sus diarios de juventud, donde se ve un espíritu crítico pocas veces alcanzado en los jóvenes, donde a mediados de la década de los sesenta, en una Argentina enamorada y ensimismada por una novela como Rayuela, de Julio Cortázar, el joven Piglia es una de las pocas voces que cuestiona la calidad de ese libro, cita que lo aborrece y no entiende el porqué de su éxito entre los lectores. En vez de interesarse en el protagonista argentino del boom, Piglia se centra en sus iguales, en sus contemporáneos, en todos aquellos escritores argentinos que no viven en Paris y que no venden sus libros en las calles de Barcelona como Cortázar.
Piglia es un callado observador de la literatura argentina, -por sus ojos pasaron todas las novelas valiosas de los escritores de su país para, en unos años, ser él quien rescate esas obras para una colección de narrativa argentina que publicara con el Fondo de Cultura Económica en 2014-, lee a los clásicos, filosofía, y toda aquella labor tiene un sentido que va de la mano con su amor por las letras y la ficción. Por su fe en el poder de la palabra, que no es otra cosa que su aspiración de convertirse en “el mejor escritor de Argentina”.
Aquel destino empezará a tejerse con la publicación de su primera novela en 1980, “Respiración Artificial”, un ejercicio novelístico que tiene característica de contra-novela o novela posmoderna, término que siempre criticó y no aceptó, pero que aplica a razón que en ella sobrepasa los límites narrativos de la novela tradicional del siglo XIX y XX.
“Respiración Artificial” no es una novela de lectura fácil, sino salta todas las estructuras básicas de la novela clásica. Tan sólo ésta empieza, Piglia nos advierte que “hay una historia”, pero pronto entenderemos que eso no es lo que dará sentido a la novela y lanza esa frase sólo para externarnos que las próximas doscientas páginas del libro serán una nueva forma de entender el género novelístico, la forma de narrar, además de que seremos testigos de un sinfín de pensamientos deslumbrantes y una variación de formas para presentar una historia que se reinventa cada veinte o treinta páginas.
Al final de la lectura pareciera que Piglia se burla de lector con el desenlace del libro, ya que la trama, el hilo conductor que al inicio pareció dar sentido a la novela no tiene una resolución. Pero eso tiene poca importancia, la ejecución narrativa que hemos visto en la mano del argentino deja pasmado, un poco aturdido, para unos minutos después comprender que hemos leído la novela más excepcional de argentina de los últimos cuarenta años.
Para un lector como yo, la obra de Piglia representa lo que Carlos Fuentes llamó “La Gran Novela Latinoamericana”. La última fase de una literatura que nació con Borges, Onetti, Asturias y Rulfo, tomó forma y se consolidó con Cortázar, Vargas Llosa y Márquez, y que es asimilada y reinventada por uno de sus más soberbios herederos: Piglia.
A la publicación de “Respiración Artificial” anteceden veinticinco años de escritura, de obstinación, de fe en las letras y amor por contar historias. Ahí empieza la grandeza de Piglia y su obra. Ahí empieza la aventura que hoy nos deja uno de los artífices de la gran novela latinoamericana.
Ricardo Piglia nació el 24 de noviembre de 1941. Falleció el pasado a causa de. Formado en la Universidad Nacional de La Plata, fue historiador y uno de los escritores más reconocidos de Latinoamérica. Trabajó en distintas editoriales, entre ellas Serie Negra, la cual dirigió. Ganador de diversos premios como el Iberoamericano de Letras José Donoso, Fomentor de las Letras, Premio Planeta, entre otros.