Hay veces que la ansiedad ancla
en la garganta y uno calla,
porque hablar es ponerla de frente
decirle: existes
y me llevas los ojos por las muñecas,
los ojos afilados como una hoz blanca.
El cenit hiere los dorsos con su ceguera.
Un albañil cuenta las monedas, los billetes,
duplicados en el reflejo inacabable
del deseo y recuenta en murmullos:
los niños, el gas, la luz, el agua,
unos calzones nuevos para su mujer.
Se mira los zapatos cansados de cemento,
la sombra sangrada bajos sus pies
luego se queda quieto,
viendo al vacío como si lo entendiera.
Revive: La eternidad (Adriana Dorantes); La ciudad fabulada (Ulises Paniagua).