En ese momento, mientras recórdaba, me di cuenta de que había sellado mi alma para siempre a esa bestia demoniaca. Me quedaría atrapada para siempre, en la mancha de donde salió ese monstruo, a su servicio, sin que mis padres, mi hermano ni mi abuela, pudieran ayudarme.
Recé porque ellos pudieran dejar este lugar, incluso, le pedí al monstruo que los dejara libres.
–Siempre y cuando te quedes aquí– dijo el amorfo ser.
–Sí, pero déjalos ir– le dije.
Mi familia cambió la expresión de su cara por completo. Ya no tenían esa expresión de dolor, ni sangre en su cuerpo. Sus ojos se volvieron normales y aprovecharon para tocarme la mejilla. Mi madre se veía preciosa, como nunca. Ellos se fueron tras la pared y yo me quedé con el monstruo a servirle por la eternidad.
Ahora espero a que lleguen otros inquilinos, que aunque ya han pasado varios años y han venido muchas personas, tendré que seguir cobrando suficientes almas para pagar mi deuda y poder reunirme algún día con los míos, con mi familia y en especial, con mi abuela.
Lee las partes una, dos, tres y cuatro.