Testamento terrenal

Por Mauricio Polina Cano

Aquí te dejo mi mano caída
sepúltala en el agonizante cofre del anonimato.
aquí te dejo la lengua de 365 pliegues de verdad
ella, sigue moviéndose y no le haces caso
aquí te dejo mis lentas miradas de inocencia que manchaste con la sangre de tu sol
ciégalas
recórtalas
humedéceles el último punto de su corazón
aquí te dejo mis manos pacificadoras, no pueden contra todo un aparato cerebral de maldad
aquí te dejo mis sueños rotos en la esquina polvoso,
mohosa
maloliente
aquí te dejo mis recuerdos de la estrella más inocente, y la has matado
aquí te entrego mis virtudes que no han crecido,
que desean volar,
que quieren un líquido dócil para viajar a las montañas de unos ojos bellos
aquí te dejo mi mano muerta,
mis lentos vocablos del alma que agonizan
aquí te dejo mis letras que nunca entendiste al formar un nombre que no me pertenecía
aquí te dejo mis piernas que van de tumbo en tumbo hacia un despertar incierto
te dejo,
te dejo,
te vuelvo a dejar mis risas que poco a poco se fueron disecando
aquí te dejos mis visiones
fuiste el villano conocido
te dejo mis palabras de dolor.
¿Hombre, qué hiciste con el trozo de cielo claro que yo te heredé, y que ahora está desfalleciendo?

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