Por: Manuel Cardoso
Nos faltan 43 y muchos más…
A raíz de la desaparición de los 43 compañeros de la Normal Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, Guerrero, los padres de familia de los normalistas, así como otras organizaciones sociales, llamaron a no votar en estas elecciones federales. Ante ello, muchas plumas en la prensa mexicana se opusieron al llamado y se ha desatado un “debate” sobre la importancia del voto, pero no de las elecciones.
La discusión sobre el voto no ha incluido la relevancia y significación que representa el no voto, pero tampoco se ha discutido la problemática de una democracia representativa que se ejerce a través de mecanismos electorales. Los vicios de nuestro sistema político se expresan perfectamente durante este proceso y por ello es un elemento digno de transformarse para un mejor desarrollo político de nuestra sociedad.
El funcionamiento de un sistema electoral dentro del capitalismo buscó una forma de participación de algunos sectores de la sociedad (principalmente propietarios y con una condición intachable en términos morales) ante el hecho demográfico de la población: la cantidad de personas existentes en un país y la supuesta incapacidad de muchos de ellos para ejercer el poder y elegir gobernantes. Sin embargo, eso ha tenido ciertas consecuencias. Por ello me propongo señalar algunas de las problemáticas de este sistema y ciertas repercusiones para la implementación y el funcionamiento de la democracia.
1. Por medio de la democracia representativa y las elecciones se ha generado una clase política, que mantiene privilegios y se ha mantenido un sinnúmero de años en sus cargos. Como botón de muestra basta dar un vistazo a una nota publicada por El Universal donde se señala que alrededor de 88 familias dominan el Congreso. Por ejemplo, dice la investigación que 53 linajes han tenido presencia en las Cámaras por nueve y dieciocho años (El Universal, 5 de mayo de 2015).
En ese sentido, se genera un grupo que se reproduce con el paso del tiempo. Si bien se forman nuevos cuadros, en realidad es muy difícil acceder a cargos de elección popular si no se cuenta con un capital cultural y una familia o grupo que de respaldo a las actividades políticas.
En otro sentido, la posibilidad de rotación de los cargos también se vuelve un sinsentido. Ejemplos tenemos muchos, pues hay personas que han estado en cargos públicos desde hace mucho tiempo y en este aspecto no se excluye a ningún partido político. Personajes como Pablo Gómez (PRD), Javier Corral (PAN), Manlio Fabio Beltrones (PRI), Ricardo Monreal (Morena), entre muchos otros, llevan en el Congreso un buen número de años.
2. Quizá eso no es necesariamente malo, sin embargo, es cierto que este grupo se convierte en una clase política y no en un grupo gobernante, lo cual es muy diferente. En una sociedad como la mexicana se hace fundamental un punto de toma de decisiones y de organización y planeación; sin embargo, eso no excluye la posibilidad de participación y que el ejercicio del poder sea mucho más proporcionado y difundido.
El hecho de tener una clase política y no un grupo gobernante provoca que las decisiones se tomen en una cúpula sin consultar a “los gobernados”. La actividad política se concentra en un punto y en un grupo de la sociedad, no incluye a todos los sectores que están o no preocupados por su futuro.
Cabe recordad que la clase política es un conjunto de personas que concentran la toma de decisiones y generan diversos mecanismos para producir y reproducir su estancia en los puestos de poder; es decir, la política sólo se practica en ciertas estancias. En cambio, si hablamos de un grupo gobernante, éste simplemente es una agrupación que se encuentra allí por decisión de toda la sociedad, con el fin de organizar la fuerza de ésta, planificar y tomar decisiones administrativas. Me parece que es el centro del mandar obedeciendo de los zapatistas, por ejemplo.
Así, la concepción de la política se convierte en algo lejano de las personas de a pie. Nos volvemos miopes, pues sólo vemos en lo político el ejercicio del poder y no la capacidad de las sociedades para la organización y construcción de una nueva forma de vivir. La política se convierte en algo para los políticos y podemos encontrar declaraciones donde los sujetos se autodenominan apolíticos.
3. Con el sistema representativo y electoral, la participación se vuelve un problema. No se generan los mecanismos adecuados para la inclusión de todos y mucho menos el fomento por la rendición de cuentas, la transparencia y la comunicación entre los gobernantes y gobernados.
En nuestro país ni siquiera se respeta la consulta y no hablemos de la posibilidad de tener referéndums o plebiscitos. La ley de participación ciudadana se vuelve un chiste, pues las decisiones de las personas sólo se acotan a unas cuantas opciones y a temas como el presupuesto. La opinión pública se vuelve algo que es más factible para el consumo de mercancías y la moda que para la toma de decisiones ya que no hay canales para hacer visibles las demandas de la población.
4. Aunque se habla mucho de la sociedad civil y su importancia, en ella se incluye también a ciertos sectores como los empresarios y grupos de interés. Eso sin contar la cantidad de organizaciones no gubernamentales que sólo buscan hacer negocio por medio de la supuesta “implementación de proyectos” en beneficio de sectores vulnerables.
Además, debemos incluir el contubernio de las empresas y los políticos; es decir, del poder del capital y su inmersión en los cargos necesarios para sacar sus intereses adelante. A pesar de estar regulado el conflicto de interés, podemos encontrar legisladores que han buscado el beneficio en ciertas leyes; por ejemplo, el caso de Purificación Carpinteyro (PRD) en la ley secundaria en materia de telecomunicaciones o la famosa telebancada donde han participado personas que anteriormente habían trabajado para las dos televisoras más importantes de nuestro país. Todo ello gracias a los puestos plurinominales.
5. Para lograr un cargo de elección popular, los partidos políticos se vuelven una verdadera máquina con tal de obtener el mayor número de escaños posibles. Sin embargo, con el paso del tiempo los partidos se han ganado un desprestigio que va en aumento con cada elección. La desconfianza que generan nos lleva a preguntarnos si todavía son una forma adecuada de organizar la participación política, pues aunque en términos estrictos no impiden la entrada de nadie, lo cierto es que su forma de actuar ha dejado mucho a desear y es un elemento que contribuye a reproducir los vicios de nuestro sistema político.
Los partidos políticos se han convertido en un negocio y grupo de interés. Se han dejado de lado valores e ideales, los cuales, en otro tiempo, eran el horizonte por el cual el partido político se había formado. La presencia de nuevos partidos como Morena, Encuentro Social o Humanista no generarán nuevas formas de relacionarnos y mucho menos resolverán los conflictos de nuestra sociedad, pues se mantienen como un punto nodal que sostiene el capitalismo y la introducción e implementación de las políticas neoliberales. Las exigencias de instancias internacionales se mantienen independientemente de qué organización partidista se encuentre en el espacio de poder.
6. Si bien, a raíz de la reforma electoral, se han contemplado las candidaturas independientes, que ya están contempladas en la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, en realidad son pocos los casos de “ciudadanización de la política”.
La existencia de este nuevo actor dentro del sistema político podría convertirse en un elemento sustancial para resolver la problemática planteada en los primeros puntos; sin embargo, en la actualidad, el sistema electoral y político de nuestro país cierran esa posibilidad que es más formal que real. Las oportunidades para lograr una candidatura se vuelven un martirio si se considera la cantidad de requisitos (cosa que no se encuentra en los partidos) a cambio de poca presencia en los medios de comunicación y otras formas de difusión de las propuestas.
A esto debemos agregar que en caso de llegar al Congreso, deberán someterse a los dictados de las bancadas compuestas por decenas de legisladores que responden al llamado de la dirigencia nacional o local de su partido. Aunque puedan impulsar iniciativas, lo cierto es que tendrán más que perder en comparación con las demás fuerzas políticas…al menos hasta que las candidaturas independientes no sean mayoritarias y logren presencia en la sociedad.
7. Una de las partes más importantes y más ridículas del proceso electoral en nuestro país es el modelo de comunicación política. Sin propuestas, sin discusión de ideas, sin solución a problemáticas y mucho menos sin ánimos de lograr una mayor participación en la actividad política, los mensajes en tiempos de elecciones buscan simplemente obtener un voto y no hay más.
Por medio de canciones pegajosas y de campañas sin fundamentos, a través de descalificaciones y chismes, lo que menos se busca en nuestro modelo de “comunicación política” es fomentar la participación de las personas. El único producto que deja los tiempos electorales son canciones y videos simpáticos, encono social y, por supuesto, toneladas de basura.
8. Si tomáramos en cuenta las propuestas hechas por los candidatos en tiempos electorales, tendríamos que buscar una lupa y tratar de encontrarlas. La mayoría de ellas en realidad responden a un populismo (presente en todos los partidos y no sólo en los de izquierda) con el objetivo ramplón de lograr votos y no personas convencidas de una opción, de una plataforma electoral o de un programa de gobierno.
Es fundamental señalar la profunda contradicción de los dichos y las palabras. El desligue de las propuestas con las acciones. Como bien sabe la gente, sólo son promesas para después no cumplir nada.
9. Una de las soluciones para demostrar el descontento hacia la clase política existente es el fomento al voto nulo por parte organizaciones y algunos intelectuales, pues así se hace patente la validación a la democracia, pero el rechazo a los representantes que se presentan como opción en cierto proceso electoral. No obstante, el voto nulo termina por ser contraproducente.
Por un lado, el voto nulo no se ha convertido en una acción de peso, ya que en realidad es un sector minoritario quien lo practica, pero tampoco tiene un impacto en la clase política, pues lo que les interesa es la obtención de cargos y no las señales claras de que la gente no está muy contenta con los resultados obtenidos en el ejercicio político.
Por otro lado, si el voto nulo no es capaz de sentar un precedente y dar una bofetada de realidad a los gobernantes, sí avala un proceso que tienen vicios de fondo como los hemos visto en cada uno de los puntos. En otras palabras, el voto nulo termina por aprobar un mecanismo que es profundamente anti democrático en términos reales, pues las personas se convierten en números y ya.
10. Por último tenemos los fraudes, pan nuestro de cada día. Prácticas constantes de compra de votos que representan el nulo respeto a las decisiones de las personas. Si ni siquiera los partidos políticos y candidatos son capaces de respetar las reglas impuestas por ellos, fomentar la supuesta participación de las personas a través de estos mecanismos es una contradicción.
Así las cosas, desde mi punto de vista las elecciones en vez de un bien son un mal y fomentan una espíritu anti democrático, hecho totalmente contrario a los mensajes del Instituto Nacional Electoral donde se reduce la participación y la democracia a poner en una urna un papel rayado por un crayón.