Por Diana Ramírez Luna y Pablo Isaac García
A dos días del terremoto que se vivió el 19 de septiembre en la CDMX, es difícil decir algo que no se haya dicho ya. Somos una generación cuyos padres y abuelos vivieron la catástrofe del 85 y, acaso por la cercanía de las anécdotas, éramos incapaces de imaginar algo que siquiera se le pareciera.
Aún con la zozobra por las réplicas y un dejo de incredulidad por lo acontecido, con la adrenalina recorriéndonos por saber de nuestras familias, o el temor y la nostalgia al ver nuestros lugares cotidianos convertidos en nubes de tierra, la cantidad de voluntarios, de ayuda en especie y la suma de todo esfuerzo por solidarizarnos, parece ser más potente que los propios efectos del sismo, que volvió a sacudir la Ciudad de México, un 19 de septiembre, como hace 32 años.
Como un deja vu, el momento se volvió a vivir dos horas después del simulacro en memoria del terremoto de 1985, y aunque el epicentro y los efectos no fueron los mismos, la destrucción que ocasionó en la diferentes delegaciones y estados aledaños a la capital, fueron devastadores y le arrebataron la vida, el hogar y la tranquilidad a miles de ciudadanos.
Y aunque sea un lugar común, el pueblo mexicano se ha caracterizado desde siempre por su altruismo y solidaridad, así que casi de inmediato, la ayuda y la organización de civiles y especialistas para remover escombros ha ayudado a que se salven algunas vidas y se reconforte a aquellos que no han parado de trabajar por la causa.
Las muestras de apoyo de nuestros países vecinos, como Honduras, Guatemala, Panamá o Chile, así como algunos más lejanos como Israel, Japón o España, han contribuido mucho a que la moral y la fortaleza de la ciudad no sucumba. Las brigadas de apoyo de estos países han llegado a apoyar en diversas labores y han servido para hacer frente a las diferentes problemáticas que se han suscitado a raíz del sismo.
La ciudad y las entidades afectadas siguen pendientes y a la expectativa de que algo más ocurra, pues no se tiene ninguna certeza más que la de que hemos de adelante lo antes posible como seres humanos, como sociedad y como nación.