Montevideo es una ciudad pequeña y encantadora. Sus marcas inconfundibles son su música y el sabor de su comida. Obviamente, en términos espaciales, está la rambla. Sólo con sentarse ahí una comienza a sentirse una poeta. Supongo que fue esa ciudad y ese país los que produjeron un Drexler lleno de poesía y música.
Sus bares y restaurantes son muy peculiares, tienen un rastro de nostalgia que sabe a hogar. Una extrajera, como yo, podría ver ciertos paralelismos con Buenos Aires. Quizás esta comparación les parezca absurda a quienes viven en lados opuestos del Río de La Plata. Pero justamente ese río es el que me permite pensar en una unidad. De alguna manera a través de ese río fluyen los dos lugares.
La imagen de la semana: La Vasconcelos
Cuando era adolescente vi “el lado oscuro del corazón” de Elíseo Subiela. Eran tiempos de leer y recitar de memoria a Benedetti e intentar ver/comprender otras ciudades para pensar en términos “nuestroamericanos” como diría Martí. Además de recitarle a cada amor intempestivo “puedo perdonarte cualquier cosa, excepto que no sepas volar”, una imagen quedó grabada en mi mente: atravesar el río de La Plata de Buenos Aires a Colonia.
Hace no mucho pude hacerlo y ha sido una de las sensaciones más maravillosas de la vida. Recomiendo hacerlo al atardecer desde Colonia a Buenos Aires. Así cuando lleguen a la ciudad de la furia pueden ver cómo ésta va encendiéndose. Pero ahora recuerdo a Montevideo porque por esos hermosos azares que una agradece a la vida me topé con un rinconcito de Montevideo en la Ciudad de México, alias el defectuoso. Y así, de golpe, sin previo aviso, emergen los recuerdos, la felicidad…. Preludios de la vida.