Por Adrianelly Hernández Vega
Escuché del golpe de Estado en Chile en la escuela. En la Universidad me acerqué, por destino o casualidad, al discurso que Salvador Allende dicto en la Universidad de Guadalajara, poco menos de un año antes de aquel trágico 11 de septiembre de 1973; ese hombre hizo hincapié en el papel de la juventud en la revolución, en la de cada país y en la de toda Latinoamérica.
Para el país que gobernaba y el mundo que pugna por justicia y dignidad para los pueblos, aquel sentido mensaje y las letras “Salvador Allende” quedaron en la posteridad. ¿Cuál es el destino de la juventud? Preguntó Allende, pues gran parte de ese futuro ha sido escrito en diferentes ámbitos de la vida y lo ocurrido en el 73, no dejó escapar al deporte que para entonces ya había descubierto a Pelé y a Beckenbauer; además, el futbol estaba a un año de celebrar un nuevo Mundial en Alemania.
Futbol y política, Colo Colo 73’
Eran los años setenta. En Chile, la época del mítico Colo Colo calmaba las aguas políticas del país gracias a su buena racha en la Liga y en la Copa Libertadores; bajó el mando de Luis Álamos, como estratega, y Carlos Caszely como goleador y estandarte y quien se dice era cercano al presidente Allende, el club logró tremendas actuaciones sobre equipos de altura como Botafogo.
Cuando en 1988 ardía la campaña del plebiscito que definiría si Augusto Pinochet seguiría o no en el poder, el delantero del Cacique y de la selección se proclamó a favor del No, junto a una mujer que decía haber sido secuestrada, vejada y humillada durante la dictadura: “Por eso mi voto es no. Porque su alegría, que ya viene, es mi alegría. Porque sus sentimientos son mis sentimientos. Porque el día de mañana, podremos vivir en democracia, libre, sana, solidaria, que todos podamos compartir. Porque esta linda señora, es mi madre”.
El Colo Colo, equipo del pueblo, incluso se tomó una emblemática fotografía junto al presidente Allende, en 1973, año en el que los albinegros llegaron a la final de Libertadores; aunque perdieron frente a Independiente, escribieron su nombre para la posteridad. Dicha foto fue sólo tres meses antes de que las bombas destrozaran La Moneda y la dignidad de Chile encabezada por Allende.
11 de septiembre de 1973
En la víspera del bombardeo a La Moneda, la selección de Chile se preparaba para encarar el repechaje hacia Alemania 1974. Su rival sólo le dio más sabor al duelo: la URSS. Parecía irónico que la cuna del comunismo podría cobrar venganza de lo hecho a Allende a través del futbol, pero aquella revancha quedó en el tintero.
‘La Roja’ había derrotado a Perú en duelo definitivo del grupo clasificatorio, el 14 de mayo de 1973, con lo que ganaron su boleto para enfrentar a los soviéticos. Los siguientes cuatro meses, la Selección entrenó y se preparó para el gran duelo; su último amistoso fue el 9 de septiembre en el Estadio Nacional, frente a Rio Grande do Sul de Brasil.
Para los seleccionados y directivos, la siguiente cita sería dos días más tarde, el 11 de septiembre al medio día en el complejo Deportivo Juan Pinto Durán. Provenientes de diversos puntos de Santiago y Valparaíso, ciudad que fue sitiada y desde donde inició el golpe, los futbolistas se encontraron con militares, retenes y lluvias de balas en el camino…
Esa mañana, dos de los jugadores, Nelson Vásquez y Eduardo Herrera, estaban en el Hotel Carrera, sobre la calle Teatinos, a unos cuantos metros de La Moneda, pero lograron emprender el camino hacia la concentración donde se reunieron con la mayoría del combinado, por lo que estuvieron lejos del corazón del país cuando las bombas destruyeron las antenas de Radio Corporación, Radio Postales y, por supuesto, el palacio de gobierno.
Entonces, Santiago era pequeño y desde lejos se podía ver el humo que anunciaba la muerte de Allende, quien nunca abandonó la lucha y se despidió con un discurso en el que aseguró “pagaré con mi vida la lealtad del pueblo; sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.
De los seleccionados, Caszely, Leonardo Véliz y Eduardo Herrera simpatizaban fuertemente con Unidad Popular, el resto ni siquiera estaba enterado del fervor político chileno, sólo querían jugar futbol y asegurar su presencia en el Mundial.
El otro duelo contra los soviéticos
El equipo, por razones obvias, no pudo salir del país ese 11 de septiembre; cada elemento regresó a casa, buscó a su familia, se mantuvo encerrado a piedra y lodo por el toque de queda, vio pasar camiones llenos de cadáveres, se enteró de que el padre de Vásquez y algún compañero futbolista estaban desaparecidos y así entendió que la situación era preocupante.
Salir del país era una misión imposible para la Selección, pero el doctor Elías Jacob logró convencer a ciertos militares para que dieran luz verde al viaje, argumentando que mantener en pie el partido “hablaría bien” de la dictadura, en medio de los señalamientos en todo el mundo.
Fue así que por orden directa de Pinochet, el vuelo con los seleccionados chilenos fue el primero que salió del país después del 11 de septiembre. Una gira por México y Europa fue la antesala al encuentro frente a la URSS. Con el ánimo bajo por la problemática nacional, el equipo chileno ansiaba derrotar a una escuadra que, más que rival ideológico, era un obstáculo para estar en el torneo más importante del balompié.
El juego de ida fue el 26 de septiembre en medio de un ambiente frío tanto por el clima, como por la cultura rusa y la tensión que el partido generaba; los defensas chilenos encabezados por Elías Figueroa y Alberto Quintano, -ex jugador y ex directivo del Cruz Azul- no tuvieron piedad para frenar a patadas y jalones a los atacantes soviéticos. Todo terminó en un empate a cero.
Tras el resultado, el 3 de octubre el equipo fue recibido por la Junta de Gobierno encabezada por Pinochet; acto en el que el izquierdista Véliz llevaba, bajo la chaqueta, una insignia soviética que les habían obsequiado en Moscú, como acto de rebeldía.
“Para nosotros es muy grato saludarlos después de su comportamiento en un país con el que no tenemos ningún tipo de relaciones. Pese a los factores, ustedes lograron lo que yo considero un verdadero triunfo. Después de esa pelea dura en Rusia, hay que pegar fuerte aquí. Ojalá que podamos ganar”, sentenció Pinochet.
Para el duelo de vuelta, la URSS alegó que se negaba a jugar en el Nacional por ser un campo de concentración, algo que hasta la fecha se recuerda al conservar los tablones sobre el túnel ocho donde se encontraban presos los simpatizantes de Allende; sin embargo, Juan Goñi acertó al decir que el estadio siempre había servido para reubicar personas en situaciones extremas y así consiguió que los planes continuaran.
La FIFA inspeccionó el estadio ¡cuando todavía tenía presos políticos!, pero entre gente de futbol y autoridades nacionales se encargaron de ocultarlos en los vestidores para dar la mejor versión del recinto. Sin más, el organismo aprobó la realización del juego de vuelta, mismo que quedó como una anécdota más en la historia del futbol:
Los soviéticos no pensaban presentarse, sobre todo ante la posibilidad de ser derrotados, una vez más, en Chile, aunque ahora sobre una cancha de futbol; el 21 de noviembre de 1973, la selección andina se preparó para orquestar una escena de antología, frente a más de 15 mil espectadores, el árbitro Rafael Hormazábal silbó el inicio del encuentro; los chilenos se dieron pases cortos hasta dejar el esférico para el capitán Francisco Valdés, encargado de anotar el extraño gol de la victoria ante un invisible oponente.
De este encuentro hay pocos registros, pero esconde un trasfondo que debiera ser recordado pues representó la ampliación de una pelea entre dos posturas ideológicas que cobró la vida de miles de chilenos. El futbol siempre ha sido el escaparate, el otro lado de la tragedia, la distracción; aunque al mismo tiempo ha estado ligado fuertemente con todos y cada uno de los eventos políticos trascendentales de los países, como éste, otro duelo entre Chile y la URSS que se dio lejos del ataque a Allende y a La Moneda.