De algún modo hay que volver…
“Lleno un cazo de agua y lo dejo en la puerta/ para que vuelvas/ trigo y aceituna, miel y yerbabuena/ para que vuelvas”. “ Ofrenda ”, de Pedro Guerra, es una canción sobre la que quizá es la verdadera y única tradición mexicana, pero vista desde los ojos de un extranjero.
Pedro Guerra, nacido en Las Islas Canarias, es un cantautor que abarca los temas más diversos (migración, violencia, las vidas de grandes artistas, obras de literatura clásica, infancia, sexualidad) con cadencia única y letras profundas.
Cuenta la leyenda que “Ofrenda” fue escrita en un viaje que hizo Guerra a Oaxaca en el año 2000. Es por todos bien sabido que los pueblos que encarnan a lo que ahora se llama Oaxaca tienen el poder de cautivar a nacionales y extranjeros. La comida, las fiestas, los ritos, los idiomas, los sonidos y todo lo que se vive en Oaxaca es para dejar anonadado a cualquiera que no haya nacido ahí.
“Un humo de incienso y una luz de vela/ para que vuelvas/ beberás, mojarás tus labios después de tanto andar/ hablarás, contarás lo andado y después descansarás”.
En México, la tradición nos indica que nuestros muertos vuelven y, en efecto, comen y beben en la mesa que les tenemos dispuesta. Aunque se ha querido dar a esto miles de explicaciones antropológicas, psicológicas y hasta científicas, sólo es.
El Día de Muertos es la única y verdadera tradición mexicana porque no hay evento que haya sintetizado de tal forma la historia y diversidad de este territorio. ¿Qué es México sino una mezcla inquietante de culturas?
Dicen, los que saben (el INAH, por ejemplo), que la festividad no tiene que ver con algo prehispánico, y que se inventó en el siglo X, en Francia, cuando el Abad del Cluny decidió celebrar a los mártires católicos. En una mesa colocó sus reliquias como ropa y huesos. De alguna manera la celebración fue mutando y llegó hasta nuestro país. Aquí se ha ido trasformado, como todo lo que llega a nuestras manos (pregúntenle a la Navidad también), y nos quedó un mix memorable: aromático, emotivo, místico, solemne pero divertido a la vez.
La explicación más ortodoxa sobre el Día de Muertos es la fusión entre el catolicismo y lo relacionado a las celebraciones prehispánicas de veneración a los difuntos, así como la ritualidad por los ciclos agrícolas. A algunos les gusta incluso hacer memoria de cómo las culturas ancestrales concebían la muerte; los xoloitzcuintles que ayudaban a las almas a cruzar el río Chiconahuapan, o las diferentes regiones del Mictlán son parte de esta mitología famosa de origen mexica, pero hay cientos de relatos de las decenas de culturas que existen y existieron en México.
Revive: Oración Caribe.
Asimismo, la influencia de Estados Unidos le ha dado otro giro más a esta festividad, muy a pesar de la tirria que los nacionalistas puedan sentir por el Halloween. Estos días se han condimentado con las fiestas celtas que adoptó el vecino del norte. No podemos soslayar que todo es susceptible al cambio, hasta las tradiciones. La cultura está viva y se va alimentando de todo a su paso.
El Día de Muertos no es uno solo, cada comunidad, urbana o rural, tiene una forma específica de vivirlo. Si tan sólo en Oaxaca conviven 15 lenguas diferentes, que se traducen en una forma particular de ver y construir el mundo, ¿qué pudo haber visto Pedro Guerra para haberle declarado su amor eterno a este lugar?
“Agua, tierra, fuego y aire/ todo lo que esperas del amor y de la vida te daré en mi ofrenda/ para que vuelvas”.