Somos luz y oscuridad. Estamos en partes, despedazados. Uniendo nuestras piezas a base de esfuerzo, de cuidado y amor propio.
Y una muestra de ello es este fragmento del Kiosco Morisco.
Somos luz y oscuridad. Estamos en partes, despedazados. Uniendo nuestras piezas a base de esfuerzo, de cuidado y amor propio.
Y una muestra de ello es este fragmento del Kiosco Morisco.
By: Alejandra Saman
Un día entendí que la fotografía era un momento que no acaba nunca. Y ese día hice como 100 disparos en el intento de inmortalizar todo, incluida yo.
El hecho que algunas culturas crean que por medio de una cámara se les roba el alma, tuvo más sentido, e incluso también algo de magia.
Ya tomaba fotos con mi Nikon, pero oprimir el obturador con esa certeza fue diferente. Capturé, entonces, paisajes, amigos y lugares, tratando de mostrar la forma en que estos se presentaban para mí, en un intento de que mi mirada traspasara los siglos, volviéndose eterna.
Y comprendí, entonces, otras formas de mirar, e incluso me cuestioné ciertas técnicas fotográficas, o hasta la ética dentro de la fotografía. Llegué a la conclusión de que, a pesar de todo, no siempre es bueno disparar el obturador. Pero cuando se dispara, hay que tener una certeza: tu mirar ha quedado plasmado para siempre.
Lashenka, el Metro y un mural en Garibaldi
Un pedacito de Tlanepantla