Todo ocurre una vez.
Nada se repite.
Lo supe hasta ahora.
Lo supe por ti.
La mínima posibilidad, la hiciste posible:
aquí extranjero,
dos veces migrante.
“Hola poeta”, dijiste.
Todo comenzó.
La posibilidad mínima,
la hiciste posible.
Con dos palabras.
“Poeta”, me nombraste
sin saber mi nombre.
Y yo no era Poeta.
Y ahora creo que puedo serlo.
Porque lo hiciste posible.
Llegaste a mi zona sísmica.
Esa fue tu bienvenida.
Te hiciste cercano.
Lo hiciste posible.
Y caminamos juntos.
Nuestros labios se unieron.
Nuestras manos, al milímetro cero.
Hicimos de la mínima posibilidad, lo posible.
Y mi oído escuchó tu corazón palpitar.
El sonido de tu vida.
El sonido de tu infancia,
ocurrida a 4 millones de metros.
Tu latido como sonido de lo posible.
Y te alejaste de nuevo.
Pero esta vez, te quedaste.
En mis odios.
En mis párpados.
En mi aliento.
En mi latido.
En mi tacto.
En mi respiración.
En mis pasos…
En todo mi cuerpo,
que ahora es el vestigio de tu conquista.
Podemos hacerlo posible.
Tenemos el tiempo.
Y también la distancia.
Todo ocurre una vez.
Nada se repite.
Lo supe hasta ahora.
Lo supe por ti.
Tenemos el tiempo.
Y también la distancia.
Lo supe hasta ahora.
Lo supe por ti.
Y aunque todo ocurra una vez.
Y aunque nada se repita.
Podemos hacerlo posible.