A solas, queda el silencio
como el recurso infalible
de ningunear la vida
y tomar una ruta diametral
y opuesta a la indiferencia.
A ciegas, hay otros pasos,
sin compasión ni corazonada
hacia donde se desdibuja
una ignara memoria.
A solas, ninguna palabra
digna es de guardar:
la distancia emerge sin desatino
por mor de reclamar
fallos y desvaríos.
A ciegas, cualquier suelo
es hielo delgado,
nube pospuesta,
ilusión de vanas luces.
A solas, el tiempo te desconoce,
duplica tus pesares
y su insólita figuración
no comprende todavía
el arcano de los espejos.
A ciegas, no hay vértice
por dónde ampararse:
sólo una vida a tientas,
sin previa advertencia
y tardío denuedo.
A solas, a ciegas
-Sísifo metido a jardinero del pretérito-,
el onírico murmullo de un epitafio
devela su mejor carta:
oscureces para seguir claro.
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