Que las sombras devasten a mi patria,
que el viento barra la tristeza de mi nombre
y que los mares sepulten a los siglos
pero que la estrella negra de tus labios
decore el pulso de mi sangre atormentada
entre relámpagos atroces.
Que a partir de este santo día
todas las penas me sepan a gloria,
si amanezco en la danza de tus besos
o si una llama mutua e insaciable
penetra y carcome
nuestros huesos sin piedad.
Que se ahogue la claridad del día,
que ardan las plazas y las torres,
que no tengamos ni el refugio ni la paz,
pero que la noche alta quede
entre tus brazos de amapola
y consuele la nostalgia de la tierra.