Disminuye el asombro,
los muebles se vuelven familiares,
las cotidianidades se vuelven líquidas
en el trapeador de la casa.
Caen al piso trocitos de pinturas
de nuestro descarapelado silencio.
Se siente el calor del hogar por los pasillos
y por el jardín un rayo anuncia las primeras lluvias de abril y no llueve.
Se propaga la enfermedad,
mi pecho se vacía de aire
cuando mis pasos salen de prisa hacia la calle sin mi cuerpo.
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