El espíritu, la libertad y la magia del random

Con la magia del random de la computadora -cuando le atina a lo que necesitas- se puso la 9 y en verdad hubo algo bueno en eso...

Estaba muy escéptica a retomar esta columna “Música y ecos” porque pensé que sería como el tuiter de los que no somos famosos: un montón de palabras lanzadas al aire, en el mejor de los casos, o al escusado digital, en el que flotan el 80 por ciento de nuestras ideas.

Puede que sí o puede que no, pero lo cierto es que hay canciones que llegan a rescatarnos. ¿Eso qué tuvo que ver? Pues que, si estás así, escéptico y anímicamente muerto y de puro churro llega a ti esa canción, ese baile, esa pintura, ese amigo, ese libro, ese lo que sea, aférrate a él como si la vida te fuera en ello.

A mí, como un regalo de cumpleaños tardío, llegó el disco “Svabajel Pukuj” de la banda Lumaltok, y con él, algo de luz: lo puse, pensando que se reproduciría de manera ordinaria, de la pista 1 en adelante, pero no. Con la magia del random de la computadora -cuando le atina a lo que necesitas- se puso la 9, y me di cuenta hasta que saqué el buclet para buscar la traducción y ver que lo que escuchaba no correspondía con lo que leía. En verdad hubo algo bueno en eso, tanto que preferí volverla a escuchar antes de poner el disco completo.

“Kolem”, de acuerdo con la traducción que nos regala Lumaltok, significa “libre”, y sin saber tsotsil (bats’i k’op), esta canción bien podría representar la libertad. Además, si se lee la traducción, pues sí, sí sí y más sí. Al igual que el random mágico de la computadora, es atinado. ¿O será que varios estamos en lo mismo sin saberlo?

Esa sensación de estar hasta la madre y no encontrar salida. Un trabajo que mata la mente, un camino que no lleva a nada, una vida sin sentido, un sentimiento que perturba, preguntas que agobian, desesperación, miedo, frustración, angustia: el borde, soportando el frío…

Pero algo debe de haber, algo hemos de hallar. Sí, al diablo, dejemos todo atrás y salgamos a caminar, algo hemos de hallar, algo que nos regrese al ch’ulel.

Hace tiempo, cuando me interesé por el estudio de la cultura bats’i vinik (tsotsil), esa palabra llamó mi atención por las diferentes maneras en que es traducida. La traducción más común es “alma”, pero recordemos que muchos conceptos de las culturas no occidentales, en este caso una cultura mayense, son traducidos desde paradigmas europeos, ¡quién sabe si para los mayas había tal cosa!, y quién sabe sino los mismos mayas de hoy cómo entienden este concepto. Lumaltok, por ejemplo, la traduce aquí como espíritu.

Alguna vez en el suplemento La Jornada del Campo del diario La Jornada leí que el jch’ulel era el sentido de comunidad, de vivir como pueblo, como literalmente se definen los bats’i viniketik “los hombres y mujeres verdaderos”. ¿Y qué nos hace ser verdaderos? La neta quién sabe, pero seguramente nada de lo que nos hunde y nos ancla a la muerte, sino lo que persigue ese ch’ulel, como sea que lo podamos entender, quizá en esta flexibilidad de entender el ch’ulel y perseguirlo radique la libertad.

Que nadie nos diga cómo hacerlo, que nada ni nadie nos mate antes de tiempo.

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