
Una pequeña gota va haciendo surco en la mejilla maquillada de una espectadora, ella busca impedir que llegue a la comisura de su boca y prefiere limpiarla desde su fuente para evitar que salgan más, sin embargo, sus esfuerzos son inútiles pues la obra “Sobre un barquito de papel o crónicas de una herida”, ha tocado sus emociones.
Con una dramaturgia sencilla y una escenografía sin pretensiones, Alejandro Miranda y su equipo logran que el público se identifique con el dolor de Ela (María Rivera) y Ángel (Abraham Lindoro), quienes buscan sanar las heridas que la distancia y el tiempo han provocado en su romance.
La partida de Ángel para buscar sus sueños, es la razón que detona este drama donde intervienen la conciencia, los recuerdos y las dudas, personificadas por José Eduardo Plata, quien, sin tener un personaje en específico, traslada al público las situaciones de dolor que provoca el amor.
“La obra gira entorno a cómo nos formamos como humanos a partir de nuestras cicatrices, no como algo negativo, sino como algo positivo. Durante el proceso se hizo una investigación de diferentes formas de hablar del cuerpo, la voz y las historias que nos recordaban algunas situaciones y que nos provocaban esas heridas”, aseguró el director, Alejandro Miranda.
“Una persona sin heridas es una persona sin historias”
De esa premisa parte la puesta, cuyo hilo conductor es un barco de papel que representa lo frágiles y efímeras que son las relaciones de pareja, y que pese a saber que en cualquier momento pueden hundirse, los seres humanos tratan de cuidarlas para que duren el mayor tiempo posible.
Los protagonistas de “Sobre un barquito de papel” aseguraron que manejar las emociones resulta complicado, ya que se deben reconocer las propias para poder expresarlas de manear honesta ante el público y, de esta forma, la gente pueda reconocerse.
Por ello, el concepto de la obra se define a partir de la creación de un corazón humano, donde el texto, la música, la escenografía y el trabajo corporal de los actores, están pensados para que existan un diálogo vivencial entre el público y la representación.
Aunque la obra resulta un poco lenta al principio y los elementos escenográficos no logran establecer referencias del todo claras, el trabajo de la compañía Teatro Ermitaño, compuesta y formada por jóvenes talentos egresados de distintos talleres y carreras universitarias, hace un trabajo independiente de alta calidad.
“Es indispensable apostar al talento joven que, si bien no es nuestro primer proyecto, no podemos hablar de una trayectoria larga. Sin embargo, trabajar con personas que, independientemente de lo laboral, permiten establecer un ambiente armónico, se logra conformar un equipo sólido que realiza buenas obras”, expresó Martín Camacho, coproductor de la puesta en escena.
La primera temporada de “Sobre un barquito de papel” concluyó el pasado 30 de junio con un lleno en Casa Actum, y se espera que en próximas fechas se defina el rumbo de futuras presentaciones, ya que el equipo se encuentra analizando distintas propuestas de espacios y festivales que les permita mantener el mismo elenco y ritmo de trabajo.