Escena uno
De pronto se volvió invisible. Su voz estaba atorada en el cuello, ahí, justo donde la mano apretaba con fuerza. Ella podía ver la vena saltada, se alargaba por la mejilla, cortaba la nariz y explotaba en la frente. Era una especie de máscara. Él tenía la quijada trabada y le rechinaban los dientes. Mordía los insultos. Era como estar frente a una jauría, acorralada. Aquel cuerpo sitiado por la ira era una obra de arte: cada músculo se expresaba en una línea perfecta. Proporción áurea. A. pensaba en el equilibrio de los cuerpos, en la simetría y en la forma mientras el puñetazo le rompía la mejilla. Ruido. Arritmia. Desproporción. El dolor la llevó a los cuadros de Rembrandt. Sentía el claroscuro mientras sus ojos permanecían cerrados. “Esto no puede ser cierto”. Veía todo en fragmentos: el rostro, la vena, el cuello, el puño, el dolor, el suelo… El sonido de la realidad se había desvanecido. “¿Qué está pasando?”. Había caído. Ahora, las patadas definían el límite de su cuerpo. Una danza entre las extremidades de aquel hombre y el miedo. Se escondió entre los muebles. “No sirves para nada. Eres una basura. Todo lo echas a perder”. Parecía otro idioma. Grito. Patada. Grito. Escupitajo. Grito. La otredad es un misterio. “deberías morirte”.
Escena dos
Una mujer enroscada en el suelo. Un demonio la circunda (el demonio debe hacer el papel del hermano) Entra la madre. “¿Qué pasó?” ¿Por qué gritan?”. El demonio detiene el tiempo con su voz. “Tú lárgate. No es asunto tuyo”. La madre huye.
Escena tres
A. permanece en el suelo. El demonio se ha ido a dormir. A. permanece en el suelo. Entra la madre. “¿Por qué lo invocaste?”. A. permanece en el suelo. “Regresa, A., regresa”. A. permanece en el suelo. “¿Dónde está tu voz, dónde está tu canto?”. A. permanece en el suelo. “Todo se perdió, madre. No hay voz, no hay canto, ni siquiera boca, madre. Sólo queda este borbotón de sangre. Sólo queda este rostro tumefacto. Sólo queda… solo queda…Vete”. La madre recoge los dientes. Finge que son de leche y los guarda en una cajita. “A. Levántate”. “No, madre. Vete”.
Más #NidoDePoesía: 02042020
Triste la violencia hacia la mujer, más triste es no dejarse ayudar para salir de esta.
No sé q decir silencio, terrible realidad.
Qué duele más, la sangre, la indiferencia timorata, el alma. Qué queda después…
El coraje, la valentía de la poesía.
Alejarse del verdugo, matarlo (desaparecerlo lo para siempre) con tu voz
Seguir libre y adelante. Hermana te abrazo desde mi corazón!