El árbol había resistido la sequía,
el casi eterno vendaval
y aquella plaga
que lo despojó de toda grandeza.
Pese a ello y con obstinación de roble
permaneció en pie.

Vivió como un barco encallado,
una casa de juegos
para la niña que fui.
Quizá por ello mi madre
-en contra de su obsesión
por llenar el patio sólo de árboles
majestuosos, fuertes y sanos-
le concedió más vida.

Por meses creí
que ella premiaría la perseverancia
del ciruelo,
su voluntad para seguir anclado
a este mundo.
Pero me equivocaba,
la prórroga llegó a su fin:
A veces la voluntad no es suficiente,
la escuché decir,
mientras el árbol era derribado.

Nadie supo en casa
por qué no protesté, ni pude llorar
como tampoco supieron
que por años odié al ciruelo,
lo desprecié
por no haber resistido
la mano de mi madre,
por ser árbol
y no quedarse.

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    By: Nadia López García

    (Oaxaca. 1992) Poeta, traductora y pedagoga. Su trabajo ha sido publicado en revistas como Punto de partida, Tema y Variaciones de Literatura, EstePaís, Pliego16, Círculo de poesía, Sin fin, entre otras. Participó en el Festival Internacional de Poesía de la Ciudad de México y en el Festival de Poesía DiVerso. Colaboró en la organización del Primer Encuentro Mundial de Poesía de los Pueblos Indígenas y ha brindado talleres de creación poética para niños y migrantes en Oaxaca y el Distrito Federal, es responsable de la columna de creación literaria “Alas y Flores” de la Revista Cultural Mexbcn de Barcelona, España. Colabora en el proyecto de traducción de la Enciclopedia de la Literatura en México y es becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de poesía.

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