Susurras los días en los que
te dedicaste a quebrarme,
como una sombra, que ataba mis pies al abismo y
aquel recuerdo de tus brazos verdugos de mi silencio.
He dado el último pedazo que
quedaba en mí, para sanar las heridas que aún no
cicatrizan a tu alma.
Te has vuelto el peor castigo, uno que mendiga entre
la oscuridad que dejan tus pasos, que
hace de mi amor una larga cruz bañada del
tibio dolor que cae de tu voz.
Debo de enterrar las memorias,
junto a las manecillas que
veía distante para saber de ti,
los huecos de mi cuerpo que
quedaron atados a tu aroma,
para poder encontrar el momento
en el que deje de sufrirte,
morir de tu silencio,
tu agonía
de tu odio,
tu voz,
del recuerdo de los
labios que no se cruzaron,
pues no fueron destinados para
odiarse,
de todas esas veces en las que
mentiste, para dejar de sufrir por
tu soledad.
Te he encontrado lejos de aquel momento,
en el que seríamos tu y yo.
Más #NidoDePoesía: Juguemos