E y CH viajan a Tijuana. Los esperan en La Paz. Son los últimos días de diciembre y ellos quieren llegar a su destino antes de fin de año. Merodean algunos días por Ensenada y Valle de Guadalupe. Se empedan, compran un par de cajas de vino y se largan. Toman un camión a Guerrero Negro. Llegan al pueblo a las 7 am y CH tiene la impresión de que está vacío. 5 horas después se da cuenta que no está vacío, pero casi. Esas 5 horas han sido un lastre porque el autobús perdió la maleta de E.
Están varados a mitad de una mañana gris y borrosa. Pero E y CH son jóvenes, tienen el hígado sonriente y el ímpetu de un rinoceronte furioso. Así que deciden hospedarse en un hostal, buscar a las ballenas y tomarse las botellas de tinto para aplacar la sed.
Pasan los días. No hay ballenas y la maleta de E no llega a la pequeña central de autobuses, que es más bien un cuartito despachador de boletos. Están varados a mitad de una semana de fin de año. Se acabaron una caja de botellas y tienen diarrea por el “Callo Mano de León” que se tragaron en ceviche.
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En un extraño giro de las circunstancias, que, por sí mismo es materia de un relato, consiguen una camioneta y la vida vuelve a hacerles cosquillas. Hay tiempo de sobra para llegar con los amigos a festejar la noche vieja. Pueblean y beben vino. La camioneta se descompone apenas entran en Santa Rosalía. Es de madrugada pero consiguen un tipo lo suficientemente necesitado de piedra, para acceder arreglarles el armatoste a cambio de pagar por adelantado una parte.
E y CH saben que existe el riesgo de que don Mecánico fume y luego le valga madre. Pero no hay de otra. Le dan el varo por adelantado y el tipo se larga a comprar su material. Y regresa. Trabaja durante toda la madrugada mientras ellos duermen dentro del vehículo.
Con el primer guiño del amanecer, don Mecánico avisa que ha terminado y pide las llaves para probarlo. E y CH se achican en el asiento y lo dejan maniobrar. La camioneta enciende, jala, entra en carretera, don Mecánico le exige unos cuantos movimientos innecesarios, incluso un derrapón. El cacharro se oye mejor que antes, dice mientras extiende la mano para cobrar el complemento.
E y CH pagan. Tienen el tiempo exacto para llegar a La paz. Se acomodan en el vehículo y se alistan. Antes, don Mecánico los llama. Trae en sus manos una cubeta. Tengan, aquí están las piezas que me sobraron, ya no supe dónde iban, dice.