Erase un país que fue consciente de su horror cuando la foto de un joven con la cara desprendida de su cuerpo comenzó a circular por redes sociales. Al paso de los días, el hecho era cada vez más crítico: 43 jóvenes estaban desaparecidos y seis más fallecieron en medio de un ataque armado. La exigencia era una: justicia.
El Gobierno federal y local callaron. El horror escaló y fue ahí cuando comenzaron a actuar… La presión mediática y social había hecho mella y un escándalo más golpeaba la credibilidad de las autoridades.
Dolor, rabia, indignación y horror se materializaron en varias marchas que inundaron la capital del país y jornadas de protestas en varias ciudades del mundo.
Después, llegó la “verdad histórica” y las narrativas que señalaban que los jóvenes habían sido incinerados en un basurero. Las dudas aumentaron y un Grupo Interdisciplinarios de Expertos Independientes viajaron al país para realizar una investigación paralela a la oficial.
Las rutas parecían ser las mismas hasta el punto del destino final de los estudiantes. Ahí la historia de la pira -de la cual hasta película hubo- comenzó a caerse. El oficialismo defendió su verdad, pero la sociedad quería respuestas: ¿por qué la aparente inacción del Ejército? ¿Militares participaron en el hecho? ¿Por qué el Gobierno actuó tan tarde?
Y así se cumplieron uno, dos, tres y cuatro años y la respuesta sigue siendo la misma: de los 43 jóvenes no se sabe nada.
Hoy, en medio del cambio gubernamental, los familiares piden una nueva investigación que mire hacia el actuar del Ejército y de una de las líneas que el actual Gobierno emitió: el sexto camión y la droga al interior del mismo.
Hoy, en este país de fosas, tráileres de la muerte y desapariciones, la exigencia es y será misma, sin importar el color o tendencia de la próxima administración: JUSTICIA.