Esta es la voz de una mujer nómada
no de una sedentaria,
digo mudar como se dice:
posibilidad, supervivencia, desarraigo.
Costumbre y rutina:
palabras como heridas
a las que me resisto, ahuyentando
toda ocasión de permanencia, de hábito.
El espeso olor a muerte crece en la quietud,
en la pesadez de los días
sujetos al clavo de siempre.
Después de un tiempo
cualquier sitio deja de ser habitable
necesario es entonces, mudar espacio y cuerpo,
necesidades y placeres,
cambiar de sitio.
Qué complicado es habitar un espacio nuevo
y qué sencillo dejar el antiguo.
Del nuevo, las fatalidades:
limpiar las marcas y presencia
de inquilinos anteriores,
acomodar objetos
que pronto serán llevados a otro sitio,
acostumbrar calles y plazas a mis pies
sabiendo que enseguida serán olvidadas.
Yo soy de las que abandona
de las que siempre busca
ese algo, escurridizo,
oblicuo del que nada se sabe
y siempre ha de buscarse
pues al final de toda mudanza
sólo está la siguiente.