Nunca nos llevamos muy bien que digamos. Recuerdo que cuando íbamos al kinder sus arreglos de rafia sólo podían competir con los que hacía mi mamá (aunque siempre sospeché que su mamá también hacía los suyos). Nunca faltaban en clase los monótonos “Diana esto”, “Diana lo otro”; todas las maestras veían en ella algo especial que yo nunca llegué a comprender (a pesar de que yo sacaba mejores notas).
Lo peor de todo era el receso -siempre el receso- que para nosotros fue una constante y casi eterna guerra de mutuo dominio. En el patio había sólo dos columpios (sin contar los nuevos que, aunque a todos les gustaban porque eran nuevos, a mí me quedaban muy grandes y me daban miedo) y de esos dos, uno estaba roto. Y ¿adivinen qué?, a ella también le gustaba ese columpio. Como era muy malo para hacer amigos, pasaba gran parte de mi tiempo en ese columpio, cuyo vaivén me debió haber dejado el mal hábito de rumiar todo en mi cabeza -aunque siempre fue muy entretenido-.
La clase anterior al recreo era matemáticas, materia que se convirtió en un verdadero rally pues, para salir al receso antes que ella, había que luchar con un sinfín de sumas y restas hasta que estuvieran bien resueltas y así escuchar el glorioso “Puedes salir al recreo”, tomar de forma previamente calculada el sándwich a medio envolver y el jugo, y correr al único columpio que, además, siempre fue un castillo y una manta de invisibilidad infalible.
Sin embargo, no siempre tenía la suerte de salir antes que ella y no pocos días me vi relegado a la estúpida banca en la que todo tipo de orangutanes llegaban a hacerte la vida imposible. Es cierto, los niños pueden llegar a ser muy crueles.
A pesar de que sabía que a ella le pasaba lo mismo, no podía poner en juego mi futuro bienestar psicológico, dejándome agredir por los otros niños; aunque muchas veces miré conmovido la forma en la que la molestaban, no podía vacilar y cederle tan sólo un poco de poder, porque ambos sabíamos que eso sería fatal. Y así, entre emociones encontradas y recesos conflictivos, terminó el preescolar.
Para mi buena suerte, la primaria, secundaria, y preparatoria pasaron desapercibidas. Nunca tuve algún tipo de conflicto mayor con la gente y rara vez llegaba aparecer competencia significativa para mí. De vez en cuando me parecía escuchar su nombre en los pasillos, o la veía esfumarse entre la gente, pero la tranquilidad fue noble conmigo y no la vi en todo este tiempo hasta el día de hoy.
Sí, ahí está. Siento su aura empoderada emanar de su nuevo color rojizo de cabello. Ha cambiado bastante desde que tenía el típico peinado mal arreglado de kinder; sin embargo, sigue haciendo surgir al Genghis Khan dentro de mí junto con su caballería arrebatada de mangudais contra los chinos.
Me acercaré a ella y le diré lo bien que me fue en la escuela en todos estos años, le hablaré de mi excelente historial académico y de las tantas cosas que he aprendido a hacer a lo largo de este tiempo. Le contaré de los idiomas que hablo y de los lugares que he visitado, y de mi última relación con una chelista de la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de México…
-¡Hola! Oye, ¿de pura casualidad no eres Diana? Ibas en el Kinder “Emiliano Zapata”, en 3°A, con la maestra Karen, ¿no? ¿Te acuerdas de mí? Juan, íbamos en el mismo salón.
-¡Hola! Sí, sí me acuerdo. ¿Cómo olvidar las caras de desprecio que me hacías cuando te ganaba el columpio?
-¡Ay no es cierto!… Yo nunca te vi así de feo.
-¿Cómo no? Obviamente no te gustaba y me veías bien feo. Aunque, bueno, eran cosas de niños. Jaja.
-Sí… ¿y qué ha sido de ti? ¿Sigues estudiando?
-Ya casi acabo, sólo me falta la tesis, nada más que ando terminando un proyecto de unos cuentos y nomás no le veo fin.
-¡Ah! ¿Entonces te gusta escribir?
-Sí, ¿tú escribes?
-Sí, al menos intento.
-¿Y qué escribes?
-Poesía, o algo así.
-¿Y te gustan Los Contemporáneos?
-¡Sí!, me gustan mucho… Oye, ¿puedo sentarme?
-Claro. Mira, ahí venden un helado bien rico.
-Gracias. ¿De qué trata el cuento en el que trabajas?
-Pues son varios, pero el último es de un chico que por fin va a acostarse con la chica que le gusta y…