Antes podía sentirlo en mis rodillas no era por la falda tableada,
que aún remangada, siempre era muy larga, ni por el frío que se colaba.
Ahora, ya no tiemblan, ni se vencen cada vez que te veo.
Tampoco lo siento en mi estómago, extraño sus aleteos y sus parloteos,
la bochornosa brisa
que provocaban las mariposas.
Lo he buscado en mi corazón,
que antes bailaba dentro de mi pecho,
un fuerte zapateado,
cada vez que te veía pasar. Pero ahora,
ese bailarín ya no está.
Ahora mi pecho está tan vacío que decidí guardar ahí algunos libros ya no cabían en los estantes.
Ahora sé que lo encuentro, que siempre lo siento,
por más escondido que esté.
Ojalá mis dientes pudieran detener
todas las palabras que quiero decir sobre ti, y que mis labios, rápidos
nunca temen dejarlas salir.
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